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Nadie dijo que el Gobierno de Pedro Sánchez era sólido, pero tampoco pronosticó nadie que empezase a degradarse tan pronto. Partió en minoría, tras una derrota electoral, y fue improvisado con mentiras y promesas que amenazaban con pasar la factura sin plazos de demora. Su ... composición es generosa en el reparto de carteras, algunas sin contenido, otras fragmentadas para mayor capacidad para el reparto, y peligrosa en su arquitectura fundamentada en partidos unidos por su rechazo a España, pero enfrentados en su intento por destruirla.
Esta es la triste realidad que atosiga a un Gabinete cuyos integrantes olvidan que prometieron guardar secreto de sus deliberaciones y se desahogan exhibiendo en público sus diferencias y discrepancias, como la de una vicepresidencia condenando el proyecto sanchista de mejorar el aeropuerto de Barajas. Entre tanto, los aliados que no han ofrecido nada a cambio de su apoyo en la investidura, rivalizan en sus exigencias a un deudor desbordado por el aumento de las reivindicaciones. El presidente y sus negociadores cambian su palabra, cual charlatanes de feria, y no dudan incluso en violar los secretos de los servicios de inteligencia para satisfacer a los investigados.
Cinco partidos independentistas, de izquierdas unos y de derechas otros, con raíces terroristas algunos cuando no trayectoria de corrupción institucionalizada, compartiendo pretensiones de corte comunista con un sexto de ideas 'sovietizantes' y en el timón del entramado de extrema fragilidad, la amalgama arropada por parte del PSOE, partido de respetable tradición histórica, dividido entre los beneficiarios del entramado político creado con el resto de los militantes rebelándose infructuosamente contra el destrozo causado por la ambición personal de su líder que amenaza con destruirlo.
Los partidos independentistas cuya opinión impera están adquiriendo indultos y amnistías sin ofrecer nada, absolutamente nada a cambio: ni mostrar arrepentimiento, ni pedir perdón ni mostrar propósito de la enmienda, como se expresaría en palabras bíblicas. Por el contrario, todos se mofan reiterando sin el menor pudor que seguirán reivindicando la secesión y la vía refrendaria para lograrla, anulando las limitaciones que marca la Constitución y la autoridad del poder Judicial, al que se desprecia y desautoriza ante la pasividad, cuando no la complicidad, del Ejecutivo.
La opinión pública, que es más tolerante de lo que se imaginaba, coincide en la crítica, bastante masiva, sobre una situación política que desaprueba las libertades y privilegia las desigualdades entre las comunidades y las personas que las integran. Los problemas de todos permanecen olvidados por quienes tienen que abordarlos simplemente porque la atención que prestan a unos y la voluntad de premiar, en lugar de perdonar a un golpista y a sus cómplices, centra toda la atención del poder constituido a menudo con tics autoritarios intolerables en un sistema democrático. Jueces que arbitran la Ley y los empresarios, que crean empleo son los malos a los que se impone doblegar.
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