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El problema que plantean las pensiones en medio mundo, y España no es una excepción, es su politización y empeño en la uniformidad. Es evidente que tanto en su presente como incluso más en su futuro es una cuestión laboral, económica y humana, pero también ... social y eso se olvida con mucha frecuencia. Mirando hacia atrás, cuando se contemplaba el final de la vida de forma más cruel, pero en bastantes casos mejor consensuada, a los viejos se dejaba morir sin reparos, se les aislaba esperando que les llegase la hora. Por fortuna, la suerte de la edad está más protegida, pero la finalización de la vida laboral continúa despertando dudas, polémicas y hasta divisiones e incidentes como está ocurriendo en Francia. Hay una parte de la sociedad, tutelada en buena medida por las organizaciones sindicales, que defiende la jubilación pronto y el resto de la existencia bien remunerada. Es una exigencia comprensible, aunque no siempre factible, ni conveniente, ni tan siquiera deseada por algunos interesados. No todos los trabajadores están deseando pasar a la condición de pensionistas.
La jubilación puede ser ambicionada por bastantes, pero el sueño de muchos no responde ni a la posibilidad colectiva de satisfacerlos a todos, ni a sus propios deseos particulares, ni mucho menos al coste que eso supone a la aportación de la experiencia profesional de algunos, muy valiosa, insustituible, ni al desprecio intelectual y cultural de otros. Hay muchas personas a las que jubilarse lejos de proporcionarles bienestar les proporciona frustración y, según la ciencia, con frecuencia un recorte en los años de vida.
La jubilación hay quien la desea anticipada, como reivindican unos, y retrasada, como ambicionan otros. Tendiendo a la frialdad de los cálculos y previsiones de los responsables económicos, se estima con cifras y algoritmos que multiplicar a los pensionistas será imposible, pero socialmente se impone aunque se atente contra algo tan importante como es la libertad de las personas. Es comprensible que algunos reivindiquen tanto acortar la edad como reducir la jornada laboral. Las jubilaciones dividen y se imponen más flexibles. Nada que objetar, pero estremece que se prive de actividad a un doctor con décadas de estudios o quirófano porque cumpla determinada edad; semejante imposición atenta contra valores que la sensatez debería considerar. Y lo mismo cabe decir de un catedrático, un científico o un intelectual. Trabajar y prepararse para hacerlo profesionalmente bien es un aporte de los profesionales que no necesitan mirar el reloj ni el calendario para que se les impida contribuir por decreto a privarnos de sus valores.
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