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A este Gobierno de coalición se le podrán achacar muchas críticas, pero ninguna de pasividad legislativa. Ya en su recta final quizás se le podrá atribuir el récord como productor legislativo. Pocos podrán haber conseguido sacar adelante tantas y tan variadas leyes. Otra cuestión es ... la calidad de las leyes promulgadas y sus perspectivas de perdurabilidad. Las leyes no son eternas, la evolución de la sociedad recomienda a menudo cambiarlas o retocarlas, del mismo modo que carece de sentido elaborarlas pensando en su exclusiva actualidad o vigencia a corto plazo.
Las leyes deben promoverse y redactarse pensando en todos los ciudadanos. Es imposible, desde luego, que consigan el objetivo de la satisfacción unánime, pero para acercarse lo más posible a este objetivo es imprescindible analizarlas bien, considerar su capacidad de aplicación en detalle y procurar que puedan sintetizar el mayor consenso posible entre las diferentes corrientes de opinión que las tengan que debatir y aprobar. En este maratón legislativo que estamos contemplando surgen dudas de que esto se esté cumpliendo.
Para hacer una ley es mejor tomarse el tiempo necesario que sacarla adelante contra el reloj y que se convierta en un elemento de tráfico político y, como consecuencia, en instrumento jurídico difícil de interpretar o, como ocurrió con la deplorable ley del 'solo sí es sí', convertida en una chapuza cuyos resultados empezaron favoreciendo a quienes pretendía condenar y obligaron al Gobierno a ceder contra sus propios socios a buscar el apoyo de la oposición para rectificarla. La leyes, decía antes, no tienen por qué ser eternas; siempre serán revisables y mejorables. Pero para que esto no se vuelva algo apremiante ni menos aún en instrumento electoral necesitan ser debatidas y aprovechar aportaciones variadas sin son sensatas. Hay un detalle que los legisladores deben tener en cuenta.
Los gobiernos en una democracia cambian y en muchos casos de manera radical. En este proceso es frecuente que quienes gobiernan intenten derogar las leyes heredadas de su predecesor con las que estaban en discrepancia. Y esto es malo para algo tan importante en la sociedad como la estabilidad jurídica, que los jueces y tribunales no se vean obligados a estar cambiando sus criterios de un día para otro. Por eso la cantidad de leyes aprobadas está reñida con la solidez y sobre todo con las ideas cambiantes de los políticos que las promueven, que deberían tener en cuenta que las que están hechas a su medida están condenadas a una vida corta.
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