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Buenos deseos y excelentes propósitos para el nuevo año que ya esperamos con ansias no le van a faltar. Lo malo que aguarda a 2024 es la herencia que va a recibir de su antecesor. Como quiera que se contemple, casi nada anima al optimismo, ... exceptuada la tradicional esperanza popular puesta en que todo cambie para mejorar. Basta con recordar que empieza con dos guerras importantes y otras tres o cuatro que empiezan a fraguarse para para mover instintivamente la cabeza con preocupación.
Pero si el panorama internacional que va encontrar no es tranquilizador, tampoco en la corta distancia, en nuestro propio entorno nacional, la situación es más prometedora. Es obvio que 2023 dejará muy buenos recuerdos para algunos, pocos, pero en líneas generales nos deja muchos elementos preocupantes que empañan el presente y el futuro, cuando menos inmediato. Desde la pandemia, que marcó un duro antes y después, la convivencia se ha visto muy alterada.
La pandemia sufrida acumula muchos males que han dejado huella, eso es evidente, pero también es evidente que otros males desalentadores entre tantos como se están sufriendo son la consecuencia de errores de la propia sociedad que está dejando el encargo de corregirlos en manos de quienes se empeñan en reiterarlos. Quizás el más grave sea la división creada entre las personas que en bastantes casos afecta incluso a las familias. Los mayores coinciden que se ha vuelto a los enfrentamientos de la guerra y postguerra civil.
Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, lejos de haber empeñado su autoridad política en fortalecer y mejorar los valores sociales, políticos y nacionales logrados en la Transición hacia la democracia, opta por abordar viejos y nuevos problemas a través de iniciativas que denigran la sensibilidad de gran parte de los ciudadanos que se sienten traicionados y víctimas. Lejos de intentar la concordia que facilita la Constitución y garantiza la Monarquía, la estrategia del Gobierno atenta contra estos valores.
Las perspectivas políticas que se anticipan son inquietantes en un ambiente como el que se está viviendo, en el que la dignidad del Estado es puesta en peligro, la imagen de nuestro país en el mundo vuelve a deteriorarse y el recurso al respaldo de enemigos de la unidad territorial incluso extranjeros para conseguir el poder es una amenaza que seguirá perturbando el discurrir de una Legislatura que el bien común reclama digna, pacífica y estable.
Como los males y las preocupaciones nunca vienen solas, la herencia que recibe el nuevo año incluye la pobreza que agobia a millones de familias, a centenares de miles de desempleados y una caterva de problemas y necesidades que los responsables de abordarlas desdeñan en su empeño por dedicar el tiempo y los recursos a sus devaneos intentando desviar las inquietudes sociales y económicas a decisiones de carácter irreversible que atentan contra la paz, la libertad, la igualdad y la unidad.
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