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España ocupa, según la Organización Mundial del Turismo, el segundo lugar en la lista de países con más turistas internacionales del mundo y, pese a las cifras récord alcanzadas en 2024 con 93,8 millones de visitantes, las previsiones indican que el número de viajeros ... a nuestro país seguirá al alza hasta alcanzar más pronto que tarde los 100 millones. El sector es clave para la economía nacional porque representa casi el 12% del empleo total y más del 13% del PIB, pero es preciso evitar que el incremento exponencial de visitantes acabe por ocasionar efectos contraproducentes. El negocio turístico se enfrenta al reto de encontrar un modelo sostenible en el que los ingresos se sigan incrementando sin necesidad de caer en la temida masificación y los indeseables efectos del sobreturismo. Los esfuerzos por desestacionalizar las visitas y ampliar los destinos, que ya se han venido realizando en los últimos años, han logrado diversificar la oferta y que el gasto por visitante el último ejercicio se haya incrementado en un 16%. Sin embargo, y pese al incremento de precios de los hoteles y el coste de la vida en nuestro país, siguen llegando millones de viajeros y aumenta la saturación de determinados puntos geográficos. La presión turística en España comienza a ser excesiva en comparación con el índice poblacional, impactando en la subida de los costes de la vivienda debido a los alquileres turísticos, provocando el deterioro de determinadas áreas naturales, cierta desafección ciudadana y, en definitiva, un empeoramiento de la propia calidad de la oferta.
La solución no es sencilla porque se trata de encontrar un modelo que no se centre en buscar solo al turista de alto poder adquisitivo subiendo los precios y convirtiendo el sector en algo exclusivo. Llevado al extremo podría acabar expulsando al cliente de clase media poniendo en riesgo el sector. Los expertos apuestan por un compromiso de toda la cadena de valor para encontrar ese modelo que ni apueste exclusivamente por el visitante de lujo ni por el llamado turismo de mochila. La alternativa debería considerar un modelo de promoción de turismo rural y cultural que puede ser una fuente de empleo y apoyar comunidades rurales contribuyendo a proteger patrimonios culturales y naturales del país. Sin renunciar a contener el número de visitas y potenciar al viajero que, además de turismo, realice compras, asista a espectáculos y se hospede en hoteles prémium.
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