La entrada de las fuerzas del Hayat Tahrir al Sham junto a otros grupos rebeldes en la ciudad de Hama, tras la toma de Alepo, confiere al conflicto sirio una dimensión global. Después de que por acción u omisión las grandes potencias y los Gobiernos ... de la región hubiesen optado por dejar en manos del régimen de Bashar al Asad la suerte de una nación quebrada tras una guerra civil sin miramientos, sostenida por poderes externos desde 2011, pero que llevaba cuatro años en 'impasse'. La columna vertebral de quienes este jueves echaron al Ejército de Damasco de Hama la constituye una organización con origen en la variante siria de Al Qaeda que fue abandonando esa órbita hasta presentarse como una opción más nacionalista que yihadista. Lo que ha contribuido a la confluencia de distintos grupos territoriales e islamistas de variada tendencia en torno al interés común de afianzar y extender una 'zona liberada' de facto que avance hacia el sur, a partir de la provincia de Idlib. El magma de tantos grupos que distribuyen el territorio conquistado o por conquistar en lotes no tiene precedentes en la historia reciente de Oriente Próximo, y evoca sintonías entre tribus menos duraderas que más en el pasado. Lo que contribuye también a que nada esté bajo control. Ni el futuro del régimen de Damasco bajo la tutela disfuncional de Irán y Rusia al mismo tiempo, ni la deriva de los denominados con cierta ingenuidad grupos rebeldes en su constante metamorfosis, ni la ascendencia de Turquía respecto a buena parte de ellos, ni las consecuencias de una versión actualizada de la guerra civil desatada tras la represión de la Revolución Siria de la Dignidad –Primavera Árabe–.
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Las democracias occidentales optaron por pasar a ser observadores del conflicto. En parte porque entre Afganistán e Irak quedó demostrado que la idea liberal del Estado no puede exportarse a la fuerza. En parte porque tanto en EE UU como en Europa afloraron corrientes de izquierdas y de derechas disconformes con adelantar hasta Medio Oriente las defensas de la patria. Pero Siria vuelve a emerger como escenario regional de la tensión entre potencias. Con la complicación añadida de que un socio de la OTAN, Turquía, se encuentra activamente comprometido en alumbrar una Siria a su medida. De modo que los demás aliados deben establecer con urgencia una política compartida contra la brutal dictadura de Bachar al Asad y frente al ascenso de fuerzas que pueden volver a aspirar al califato.
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