La determinación de Vladímir Putin de mantener bajo su influencia a una Ucrania independiente que había emprendido el camino hacia la Unión Europea ya estuvo en el trasfondo del accidente del vuelo MH17 de Malaysia Airlines, que según resolvió una investigación internacional fue derribado por ... un misil facilitado por Rusia a los separatistas del Dombás. El accidente aéreo ocurrido el miércoles en Kazajistán remite a aquella tragedia que costó 298 vidas el 17 de julio de 2014. El 'Embraer 190' que se dirigía el día de Navidad desde Bakú a Grozni lo hacía sobre el escenario de la guerra abierta desatada por el Kremlin desde hace casi tres años, librada en su mayor parte en suelo ucraniano pero que alcanza también en los últimos meses al territorio de la Federación Rusa. Las investigaciones de las autoridades azeríes, por la nacionalidad de la aerolínea y el origen del avión, y kazajas deberán aclarar las causas y circunstancias del siniestro en el que murieron 38 de los 67 ocupantes.
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El fuselaje de la aeronave presenta daños compatibles con la metralla de un misil tierra-aire. Hasta el momento nadie habla de ataque deliberado, pero se sabe que cuando llevaba dos horas de vuelo la tripulación vio denegado el permiso para aterrizar de emergencia en la capital chechena, envuelta en aquel momento en la niebla y objeto de la acción de drones ucranianos. La Agencia rusa de transporte atribuye a los pilotos –que lograron salvar 28 vidas al tiempo que perdían la propia– la decisión de atravesar el Caspio, con los sistemas de navegación desactivados, y dirigirse a su terrible final en Aktau. Una caída al mar habría ahorrado a Moscú muchas explicaciones; para empezar, por qué no se cerró el espacio aéreo.
La preocupación por el creciente peligro que representa Rusia para el mundo no se limita a la cancelación de vuelos desde Azerbaiyán, Kazajistán o Israel. Alcanza también a la actividad de la 'flota fantasma' que utiliza el Kremlin para eludir las sanciones y que se vincula con el sabotaje de cables submarinos de suministro eléctrico y telecomunicaciones en el Báltico. Hasta el punto de que la OTAN cambiará su actitud contemplativa por una presencia reforzada en la zona para «enviar un mensaje claro de que estamos dispuestos a defender las conexiones incluso con medios militares», según el secretario general, Mark Rutte. Desde el 1 de enero, Kiev no permitirá el tránsito de gas ruso a Europa y Putin ofrece estos días indicios visibles de contrariedad.
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