El salomónico veredicto de los Goya no sólo es una justa recompensa a las dos películas premiadas: 'La infiltrada', de Arantxa Echevarría y con estatuilla para su actriz Carolina Yuste; y 'El 47', retrato de la dignidad de un barrio en el que sobresale Eduard ... Fernández, a la postre mejor actor por 'Marco', de Jon Garaño y Aitor Arregi. Los galardones también ponen el foco en un necesario mensaje. La cinta sobre la policía que se introdujo en ETA para desarticular el 'comando Donosti' rescata una etapa dramática en el País Vasco que no conviene olvidar por respeto a las víctimas, aunque la convivencia avanza con solidez 14 años después del fin del terrorismo. «La memoria histórica también está para la historia reciente de este país», recordó la productora María Luisa Gutiérrez. Mientras, 'El 47' reivindica unos tiempos de inmigración y lucha vecinal que a día de hoy parecen borrados de la memoria. La sorpresa final con ese Goya compartido puso el colofón a una gala con momentos estelares, como la entrega del Goya de Honor a Aitana Sánchez-Gijón o el Internacional a Richard Gere, que se hizo demasiado larga, pero que puso de manifiesto la buena salud que atraviesa el cine español.
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