El nuevo ministro de Presidencia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, inició ayer los contactos telefónicos con las formaciones parlamentarias con el propósito de dar comienzo a los encuentros presenciales en septiembre. Bolaños declaró el miércoles que es «un hombre de pactos». Pero aunque ... el talante de los responsables políticos sea crucial para el diálogo, no parece que hoy concurran tantas voluntades como para allanar caminos de acuerdo distintos a los que Pedro Sánchez viene prodigando desde la moción de censura contra Mariano Rajoy, y su investidura tras las generales de noviembre de 2019. La renuencia del PP de Pablo Casado a explorar las posibilidades de entendimiento, flanqueado por un Cs que hoy necesita mostrarse remiso, y por la negativa de Vox a sentarse siquiera a conversar, no permite alentar grandes expectativas para después del verano. A estas alturas nada sería más nocivo que fingir un diálogo que sus protagonistas no deseen convertir en compromiso institucional. Citarse a 22 de julio para septiembre podría estar justificado si la agenda pendiente de acuerdos fuese novedosa, o se precisara un margen de tiempo para rebajar tensiones. Pero es de temer que la dilación de los contactos presenciales obedezca a otras causas. Empezando porque Sánchez y Casado parecen instalados en la confrontación como el mecanismo del que creen obtener resultados más seguros. Si la renovación del CGPJ fuese la clave de bóveda para un nuevo tiempo, no habría problema para acordar su composición siguiendo los requisitos legales. Pero no existe un propósito compartido de estabilidad y dignidad institucional. El PP prefiere que las cosas sigan como están, y el PSOE encuentra en la interinidad de las instancias dependientes de las Cortes argumentos añadidos contra la cerrazón conservadora. Tras superar el ecuador de la legislatura, y a medida que se acerca una larga precampaña para 2023, cada partido trata de activar a los propios evitando acercamientos que precisen explicarse. Sánchez ha resuelto activar al PSOE, independientemente de que lo consiga. Casado no está en condiciones de relajar la polarización partidaria si quiere aspirar a la alternancia al frente del PP. De modo que todos los esfuerzos de diálogo por parte del Gobierno se orientarán a asegurarse votaciones como las del miércoles en el Congreso; a completar lo más dignamente posible la legislatura repartiendo pequeños y hasta diminutos triunfos entre los aliados de la investidura de Sánchez.

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