Los actos de la Diada culminaron ayer con una manifestación convocada por ANC, Òmnium y la Asociación de Municipios Independentistas, a la que acudieron los miembros del Gobierno de la Generalitat. Una movilización que no pudo acallar la división existente entre los dos socios del ... Ejecutivo autonómico –ERC y Junts–, el abucheo que se había llevado Oriol Junqueras en el Fossar de les Moreres, la actuación paralela de Arran, las barricadas de los CDR y las dificultades que encontraron los responsables no independentistas para significarse en una jornada que el secesionismo ha conseguido hacer suya desde 2012. Las llamadas a la unidad entre los independentistas fueron nuevamente reveladoras de sus diferencias. Pero sobre todo atestiguaron una vez más que para las organizaciones partidarias de gestar la república catalana el resto de las opciones políticas, la otra mitad de la ciudadanía, no forma parte de su ecuación de futuro. La unidad demandada excluye a quienes no desean la desconexión de Cataluña respecto al Estado constitucional y al resto de España. Mucho más a quienes se oponen abiertamente a tal propósito. Aunque esa exclusión tampoco es suficiente para que la mayoría política secesionista cuaje en una estrategia conjunta tras el fracaso de su descabellada intentona de 2017 para proclamar la independencia unilateralmente.
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La división entre los secesionistas no es un fenómeno genérico, sino que da lugar a un dibujo muy elocuente. El partido que quedó segundo en las autonómicas tras el PSC, pero primero entre los independentistas –ERC–, alcanzó la Presidencia de la Generalitat gracias a los apoyos de Junts y la CUP mientras era interpelado por el resto del secesionismo, que desconfía de sus supuestas querencias pactistas. La dirigente de ERC Marta Vilalta advirtió ayer de que «el adversario no es el independentista de al lado, sino el Estado», porque el cerco al que se ve sometido su partido constituye un marcaje que le impide llevar las riendas de la Generalitat. El llamamiento del presidente Pere Aragonés a «sumar amplias mayorías» para dar cauce a un «referéndum acordado» está lejos de satisfacer las premuras de los de Puigdemont y otros y el rupturismo en que el resto de los independentistas basan la autenticidad de su proyecto. Todo eso se reflejó en la Diada de ayer, porque mientras algunas voces disimulaban el desencuentro latente otras insistían en reducir el campo de maniobra de ERC a la espera de próximas lizas electorales.
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