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Hay Días Internacionales o Mundiales dedicados a decenas de causas universales en defensa de derechos, reivindicación de avances y protección de bienes materiales e inmateriales que benefician al conjunto del planeta y mitigan la desigualdad entre personas, sociedades y naciones. No existe un Día Mundial ... del Lector de Prensa, pero nos sirve el de hoy para dar las gracias a las personas que compran cada mañana su periódico o están suscritas a su edición digital o impresa, porque ellas son las auténticas garantes del servicio esencial que presta un periodismo libre, independiente y de calidad.
Algunas de las fechas oficiales instauradas por la ONU o por la Unesco aparecen señaladas como festividades en el calendario. Es el caso del Día Internacional de los Trabajadores (1 de mayo). El de la Mujer (8 de marzo), sin ser de descanso, se acompaña también de marchas masivas por las calles. Hay Día Internacional del Hombre, que se celebra el 19 de noviembre a instancias de la Organización Panamericana de la Salud, pero el del varón no goza ni del fundamento ni del consenso ni de la repercusión del de la mujer. Y coincide, no por nada, con el Día Mundial del Retrete, declarado por la ONU para recordar que la mitad de la población de la Tierra no puede acceder a un inodoro ni a servicios elementales de saneamiento ni de agua potable.
Otras jornadas de conmemoración global pasan algo más inadvertidas, y varias están vinculadas al periodismo. Tenemos el Día Mundial de la Radio (13 de febrero), el de la Televisión (21 de noviembre), el de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información (17 de mayo) y el de la Libertad de Prensa, el que toca hoy, 3 de mayo. Aunque contamos con el Día Internacional del Acceso Universal a la Información (28 de septiembre), no hay una fecha específica para los lectores, oyentes y televidentes. Las llamadas de atención de las Naciones Unidas ponen el foco más en los medios y en sus trabajadores que en los destinatarios de sus mensajes. Y hay razones que lo justifican.
El Día Mundial de la Libertad de Prensa rinde tributo a los profesionales que ponen en peligro sus vidas para que llegue a la ciudadanía información veraz sobre lo que ocurre en guerras, en países con gobiernos dictatoriales y corruptos y en cualquier otro lugar y circunstancia en los que se juegan su integridad física. La muerte violenta de reporteros es una realidad que, de hecho, ha dado motivo para que cada 2 de noviembre sea el Día Internacional para Poner Fin a la Impunidad de los Crímenes contra Periodistas. La Unesco lleva un recuento desde 1993 y sólo en estos tres decenios han sido asesinados 1.591 informadores.
La libertad de prensa no es un derecho que haya que defender sólo en situaciones extremas y en áreas de conflicto remotas, sino en ámbitos mucho más domésticos, donde los menoscabos a este principio democrático quizá no amenazan vidas individuales, pero sí la salud de toda la sociedad. Las presiones a los medios para que no publiquen determinados asuntos, para que les den un sesgo menos crítico, para que hagan un hueco a contenidos de interés más promocional que noticioso, para que las convocatorias las cubran los periodistas que más gustan o los que menos disgustan... Todos esos intentos de injerencia de agentes del poder institucional, político y económico no caen sobre el periodismo con la violencia de una gota fría, sino con la irritante persistencia de una gota china. A veces los recados ni siquiera llegan directos a la redacción, sino por falsos atajos que se buscan más arriba.
Lo que corresponde a los directores de los medios de comunicación es no trasladar nunca esas presiones a los periodistas para garantizar que ejerzan su oficio con libertad, entereza y confianza, para que nunca escriban encorvados por el peso de la responsabilidad de la retirada de una campaña publicitaria o de un patrocinio o por cualquier otra decisión coercitiva que pretenda influir en su modo de contar y en la línea informativa de su periódico. El reportero debe ser obsesivo con la indagación, estricto con el dato, riguroso con los hechos, honrado con el enfoque, certero en la pregunta, inconformista con la respuesta, insistente en la repregunta, exigente con su firma, ambicioso con la brillantez en la expresión. De todo lo demás no le corresponde preocuparse ni ocuparse.
Hoy homenajeamos a los lectores que entienden esa dedicación, el esfuerzo, el tiempo, la formación, los sinsabores, los desplantes, las reflexiones, los riesgos y, sí, las muchas satisfacciones que encierra una pieza informativa que después se consume en sólo unos minutos, pero que ha sido creada con unos requisitos de calidad que persiguen la diferencia. Sin ese respaldo, sin ese reconocimiento del valor de lo que aporta nuestro oficio y del coste que implica, el periodismo no tendría futuro. Feliz Día del Lector de Prensa.
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