Deuda afgana
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No tiene sentido detenerse en reclamar un gobierno inclusivo cuando lo que está en juego es la dignidad y la vida de las mujeresLa proclamación por los talibanes del Emirato Islámico de Afganistán y la constitución de un gobierno interino de clara obediencia integrista, sectaria y deudora de la violencia sistemática confirman los anuncios de quienes con no pocas facilidades han recuperado el poder en aquel país. Ni ... las sociedades cuyos gobiernos se aliaron para acabar con las bases operativas del terrorismo islamista y la conculcación de los derechos más básicos del ser humano ni las potencias que vieron en la retirada de EE UU con aire de derrota la oportunidad para reorientar a su favor el orden mundial pueden llamarse a engaño. Solo cabía esperar un gobierno de talibanes, en la acepción que el término ha adquirido entre los ciudadanos libres. Reviste especial importancia el tratamiento de facto que se le conceda al emirato talibán y su ejecutivo provisional por parte de las instancias internacionales y los gobiernos occidentales. Pero es también necesario cuidar el lenguaje empleado frente a las antípodas del ideal democrático. Puesto que no tiene sentido detenerse en reclamar un gobierno inclusivo o la participación de las mujeres en él, concediendo visos de eventual normalidad al poder establecido sobre la barbarie, la coacción y el miedo.
Las exigencias europeas y democráticas deben expresarse con otras palabras cuando lo que está en juego es la vida misma de miles de personas, la dignidad mínima de todas las mujeres y niñas de Afganistán, y la subsistencia de las familias que por su origen o adscripción no forman parte de la ínfima minoría talibán. Lo que está en juego es que se desate una crisis humanitaria que arrastre también a los países colindantes, que la imposibilidad material de controlar una población de 35 millones en un territorio superior al de España con menos de 100.000 seminaristas del Corán armados cuartee más Afganistán, y que aun desde la confrontación entre el emirato talibán pastún y el califato yihadista expansivo se acabe dando carta de naturaleza a las interpretaciones más extremas del Islam allá donde esté presente. EE UU, los gobiernos de la UE y las instancias comunitarias no han procedido todavía a una reflexión honesta y responsable sobre lo ocurrido con su intervención en Afganistán. Y ahora corren el riesgo de soslayar sus excesos y sus omisiones con una precipitada y desorientada reacción ante los acontecimientos. Como si apurando las posibilidades de tanteo respecto al régimen talibán pudiesen atenuar el fiasco que reveló la caída de Kabul.
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