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El viaje que lleva el lunes a Oriente Próximo al secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, debe tener un objetivo prioritario: detener la escalada de violencia que ya ha costado la vida de 30 palestinos este año por disparos del Ejército de Israel ... y ha producido ataques con cohetes que amenazan ciudades israelíes y proporcionan a Tel Aviv legitimidad para una exhibición de fuerza desproporcionada. Una legitimidad en entredicho por incursiones como la que el miércoles acabó con la muerte de diez personas en el campo de refugiados de Yenín, en el marco de redadas casi diarias en la Cisjordania ocupada en busca de supuestos terroristas. En su encuentro con Mahmud Abás, Blinken tiene que alentar al dirigente de Ramala a mantener el acuerdo de seguridad que de nuevo amaga con suspender. Pero el líder palestino reclamará sin duda a la Administración estadounidense que exija al Gobierno de Benjamín Netanyahu respeto por la vida de sus adversarios en las operaciones que matan o terminan con la detención de civiles y menores. Reanudar algún tipo de diálogo con un Ejecutivo de extrema derecha y ultraortodoxo parece desgraciadamente fuera de cualquier agenda.
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