Con un entusiasmo sabiamente organizado, Alberto Núñez Feijóo será elegido a final de mes presidente del PP en unas primarias como único candidato. Cambiará su despacho al pie del monte Pedroso por unas cristaleras que divisan el cemento de la calle Génova en Madrid, en ... lo alto de un edificio en venta. Dijo que había sentido la necesidad de ponerse a disposición de su partido y de su país y ahora comienza el reto. Pero, lo que no dijo es que esa necesidad se hizo visible desde que la presidenta de la Comunidad de Madrid retorció la acusación formulada por Pablo Casado en torno al peculiar contrato del hermano de Isabel Díaz Ayuso en la importación de mascarillas.

Publicidad

Aquel bumerán de efectos letales impactó fuertemente en Casado. Y Feijóo decidió salir de su reserva para intentar enderezar el entuerto, que no es poco. Sus argumentos fueron que había sentido la obligación moral e institucional de hacerlo y ese paso adelante ha aportado una cierta tranquilidad en los ánimos políticos. El nuevo líder del PP se encuentra con un partido que prosigue su desfile ante los tribunales con la corrupción como 'leit motiv', con un grupo parlamentario que dejó a su antecesor más solo que la una el día que se despidió del Congreso de los Diputados y con la negativa durante tres años de cumplir con el mandato constitucional de renovar órganos de tanta trascendencia como el Consejo General del Poder Judicial.

Los intempestivos malos modos, utilizados con ocasión y sin ella en el hemiciclo contra el presidente del Gobierno, tampoco funcionaron a Pablo Casado. Su frustrado intento de hacer la competencia a Vox se ha saldado por ahora con el ascenso en las encuestas del partido de Santiago Abascal. En todo caso, Feijóo ha tomado alguna distancia en cuestiones tan arriesgadas como la de dar entrada a la ultraderecha en el Gobierno de Castilla y León. Ante esa cuestión, el todavía presidente de la Xunta de Galicia ha adoptado una actitud de esto no va conmigo. Donde metió la pata fue al afirmar que «el Gobierno se está forrando con el precio de la luz», aunque luego rectificó porque es el Estado y no el Ejecutivo el que transfiere la mitad de esos impuestos a las autonomías.

Lo que sí intentó resolver hace unos pocos días fue la relación con la temida Díaz Ayuso. Alabó «su solvencia y seriedad». Pero ella le respondió como acostumbra con un aviso: «Madrid tiene poca paciencia para las tonterías y poco aguante para las imposiciones». Así, se abre una nueva etapa para el Partido Popular. Está por ver si su nuevo presidente conseguirá transformarlo en línea con las formaciones conservadoras europeas. No será tarea fácil.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad