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Aunque no venceremos al COVID-19 hasta que haya una vacuna eficaz y accesible, se abre un horizonte de transición y desescalada progresiva para recuperar prudentemente la cotidianeidad habitual. Todos nos preguntamos con qué realidad nos encontraremos tras el largo confinamiento de casi la mitad ... de la población mundial; es evidente que esta pandemia marca un antes y un después.
Nadie queda al margen de la crisis, ni libre de su impacto. De repente, hemos sido conscientes de una fragilidad que subestimábamos y nos encontramos frente a una tarea de valiente reconstrucción personal, profesional, socio-económica y política para afrontar el desescalamiento y la recuperación de una vida que no será la que conocíamos. Quien no aprenda de lo que sucede, esperando que todo sea igual que antes, se equivoca.
Ir a la playa, pasear, las relaciones personales, interactuar socialmente, trabajar, comprar, acudir a restaurantes, actividades culturales o gimnasios, viajar en transporte público, la hora punta de ida o regreso al trabajo, volar, etc., todo será distinto. También lo será para los niños y nuestros mayores; para los primeros acudir a los centros escolares comportará nuevas prácticas y medios educativos en un entorno de medidas de seguridad higiénica; el paradigma de vida personal y atención social de los mayores que están pagando el más alto precio en esta pandemia deberá cambiar con lucidez, será preciso abandonar conductas negligentes hacia ellos poniendo en valor su esfuerzo y contribución precedentes. Las predicciones apocalípticas sobre el agotamiento de los recursos petrolíferos han cambiado paradójicamente: con el confinamiento, no hay mercado para su producción. Las bolsas caen y, con ellas, los ahorros de toda la vida; las profesiones y la geopolítica se redefinen, etc.
En suma, un castillo de cartas tambaleante que no debiera suponer una debacle insalvable. Será dificil sobremontar el escenario personal, socio-económico y político consecuente. La tarea es reinventarnos y reinventar un modelo de vida sin pretender reconstruir la evidente fragilidad del de antes, ya caduco, más cuando los expertos auguran que tras esta pandemia pueden azotarnos otras. Debemos transformarnos en base a las prioridades personales, sanitarias y económicas mostradas por el coronovarius, afrontando las pruebas de recesión con realismo económico y político, priorizando valores esenciales, un modelo público de salud, la investigación, la educación redefinida seriamente, y un plan para las personas mayores. Actuando racionalmente tendremos un después en el que hablar de algo más que del COVID-19.
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