La economía española crecerá en 2021 menos de lo que previó inicialmente el Gobierno, y así lo atestiguan las instituciones económicas, el INE, la AIReF y el Banco de España. La situación no es dramática porque el crecimiento de este año será de más del ... 5% –en torno al 5,7% según el FMI–, unas siete décimas por encima de la media de la eurozona. Pero si se piensa que España fue de los países europeos que más retrocedieron con la pandemia en 2020 –10,8 puntos frente a los 6,3 de la zona euro–, la conclusión es que nuestra recuperación será más premiosa que la del resto de la Unión. La razón de ello es más estructural que coyuntural, ya que se debe a deficiencias de la economía española. Es llamativo que países como Italia y Francia, que cayeron menos que España, se recuperen más deprisa, o que países que sufrieron un menor declive porque soportaron mejor la adversidad sanitaria, como Alemania, lo hagan ahora también con mayor prontitud.

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El problema se debe a una menor capacidad para resistir las contrariedades que han aparecido, tanto en el contexto internacional como en el interno. En el terreno global, el encarecimiento de la energía, y en particular de los hidrocarburos, que ha elevado el precio de la luz a niveles exorbitantes, ha golpeado de lleno por la gran dependencia energética de nuestro país. Asimismo, sectores esenciales como la automoción o la construcción están padeciendo la escasez de materias primas y de componentes, lo que ha provocado caídas muy notables en la producción. En el aspecto nacional, es evidente que no ha tenido lugar aún el debate sobre la baja productividad y que no se ha abordado la modernización del sistema productivo, una asignatura pendiente que comenzó a enunciarse en tiempos de Rodríguez Zapatero y de Pedro Solbes: es necesario avanzar en la industrialización –estamos lejos de que el sector industrial alcance el recomendado 20% del PIB– y en la formación, de manera que las nuevas tecnologías coman terreno al sector servicios, que todavía no ha alcanzado los niveles de 2019.

Aunque el empleo haya salido de los efectos negativos de la pandemia, la hostelería y la restauración padecen un sensible retraso. La normalidad llegará previsiblemente en 2023, sobre todo si se aprovechan los flujos de recursos europeos para emprender las mencionadas reformas del sistema productivo, de manera que la tecnología adquiera más relevancia que el turismo.

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