Secciones
Servicios
Destacamos
La dimisión del primer ministro iraquí, Adel Abdelmahdi es la primera reacción de calado que el sistema de gobierno establecido en 2003 ha podido mostrar tras la muerte de unas 400 personas a manos de las fuerzas policiales en los dos meses de protestas contra ... la corrupción política. La renuncia de Abdelmahdi podría dar paso a la elección de una persona más del agrado de los ayatolás chiís. Pero difícilmente contentará a los sectores de la población que no han vacilado en manifestarse día tras día en demanda de una mayor justicia en el ejercicio del poder. Desde la invasión aliada que acabó con el régimen de Sadam Husein, el vacío resultante, el terrorismo yihadista, las divisiones religiosas, étnicas y tribales, y la sucesión de gobiernos y gobernantes que denotaban provisionalidad han convertido a Irak en sinónimo de una inestabilidad más o menos cruel y sangrienta según el momento. El argumento recurrente de que hoy los iraquíes están mejor que inmediatamente después de la caída de Husein no es excusa para que la comunidad internacional, empezando por Estados Unidos, asuma su parte de responsabilidad en el desgobierno implantado tras la intervención.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.