Desescalar con tiento

Editorial ·

Aunque La Rioja puede presumir de los logros del último mes, por esperanzadora que sea la caída de los contagios, la evolución del virus y la aparición de nuevas variantes invitan a no precipitarse

Jueves, 25 de febrero 2021, 08:26

El presidente Pedro Sánchez reconoció ayer en el Congreso que nuestro país procedió a una desescalada «demasiado rápida» de la primera ola epidémica y que hizo lo mismo con la segunda ante la Navidad. Es la primera autocrítica formulada por el Gobierno en cuanto a ... la gestión de la crisis sanitaria. Aunque con ella apunta a la responsabilidad de los distintos Ejecutivos autonómicos, a los que correspondió decidir sobre la relajación de las restricciones, sin que frente a la tercera ola hayan podido incrementar las contempladas en el estado de alarma. Anunció, además, la próxima aprobación de 11.000 millones de euros en ayudas para la restauración y el pequeño comercio sin precisar en qué condiciones y para cuándo. Lo que viene a recordar que las administraciones públicas han accedido en ocasiones a la movilidad territorial y a la apertura del comercio y de la restauración, en contra del criterio de epidemiólogos y sanitarios, precisamente porque se veían en dificultades para contener la epidemia mediante ayudas directas a esas pequeñas empresas que compensaran el cese temporal de su actividad.

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Sánchez se esforzó en conciliar su mensaje optimista respecto al descenso de los contagios y el pronóstico oficial de que antes de finalizar el verano el 70% de la población estará vacunada con la advertencia de que hay riesgos de una cuarta ola, como señala Fernando Simón desde hace semanas. Su propósito de mantener el estado de alarma hasta el 9 de mayo –decisión no contestada hasta la fecha desde las comunidades– transmite más un mensaje de prudencia que de alerta cuando la reducción de la tasa de incidencia, que en algunas autonomías se ralentiza, podría precipitar de nuevo la desescalada ante la proximidad del 'puente' de San José y la Semana Santa. Ello mientras la campaña de inmunización prosigue a un ritmo imposible de avivar hasta que concurran nuevas vacunas, en el mejor de los casos a partir de abril.

La Rioja podría presentarse tras su último 'contraataque' a la pandemia –las restricciones en vigor entre el 22 de enero y el lunes pasado– como paradigma de esa prudencia. No cabe discusión sobre la eficacia de unas medidas severas en lo económico y lo social, eficacia para la que fueron fundamentales los ciudadanos con su comportamiento; ni cabría cuestionar ahora la racionalidad con la que se maneja el Ejecutivo en la desescalada que comenzó hace solo cuatro días. Igual que el 'semáforo Covid' refleja el vertiginoso descenso de la curva pandémica, con datos que podrían invitar a un paso hacia el nivel 3 mucho más laxo en las normas de convivencia, el sentido común debe apuntar hacia un recorrido más sereno. Porque ahora ya hay una experiencia que constata que las velocidades de subida y bajada de la curva son bien distintas. Y que todo lo positivo conseguido en cuatro semanas puede quedar en nada en la mitad de tiempo con un relajamiento de las costumbres adquiridas. Ahí radicaría la razón de la prebenda de la última palabra que se reservó el Ejecutivo en esta desescalada, el motivo por el que desestimó automatizarla, como ocurre en otras regiones, en función únicamente del progreso de unos datos, Así, por esperanzadora que resulte la evolución de los contagios, volvemos a encontrarnos en un momento crítico en el que sería imprudente incurrir en las mismas torpezas del pasado mientras aparecen nuevas variantes del virus. Las diatribas partidarias en las que derivó ayer el pleno del Congreso reflejan hasta qué punto la política institucional está ya pasando página de la crisis sanitaria. Las administraciones y la sociedad necesitan continuar centradas para evitar los errores de desescalada que ayer admitió el presidente.

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