La auténtica normalidad no será nueva ni vieja y solo llegará cuando al abrir el periódico ya no lea una sola noticia referida a la pandemia. El virus y sus tentáculos temáticos son tan opresivos, se multiplican en tantas derivadas, que resulta casi imposible escapar ... de su influjo. La información también demanda una desescalada propia. Disponer de un semáforo que se accione con cada noticia que recuerde que hay vida más allá de viales, respiradores y los PCR.
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El primer cambio de nivel hacia lo que sea la próxima normalidad lo ofrece el reciente reportaje sobre el patrimonio fotográfico de Julián Loyola. El Archivo Histórico Provincial de La Rioja acaba de hacer público el fondo donado por la familia de un personaje tan fascinante como la obra que ahora es posible disfrutar. Más de 2.000 imágenes fechadas en los años 30 y 40 del siglo pasado por Loyola, ginecólogo además de responsable médico del coso de La Manzanera, con un ancho catálogo de aficiones que abarcaban algunas tan singulares para entonces como viajar al extranjero o difundir el esperanto. Da igual en cuál de esas fotografías en sepia se repare.
El abanico de protagonistas y escenarios que plasman es tan heterogéneo como las inquietudes del autor, y todas ellas destilan la esencia de una época tan lejana que parece presente. Los retratados, desde falangistas hasta deportistas o zíngaros, miran de frente al objetivo. Todos comparten un gesto común de seriedad y sorpresa, pero no parecen pensar en el legado que dejan a la cámara de Loyola. Tal vez están preguntándose cómo será un futuro maniatado por el COVID.
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