La pandemia ha puesto a prueba la solidez y la eficiencia del sistema sanitario público riojano. Y no solo en la parte referida a la medicina asistencial y a la especializada. La Atención Primaria (AP), señalada como eslabón clave de manera recurrente por los responsables políticos, ha sido exigida como las anteriores hasta situaciones inimaginables. Como la que anoche estuvo a punto de obligar a cerrar el servicio de Urgencias del CARPA, el único que funciona en Logroño (además del ubicado en el Hospital San Pedro). Sobre la campana, la Consejería de Salud sorteó semejante bochorno. Pero el amago que significó la sola comunicación de tan extrema alternativa revela, por un lado, un mal estructural de escasez de personal sanitario; y, por otro, un problema evidente de gestión del activo más importante del sistema: el profesional. Los profesionales de AP llevan dos años denunciando no solo la parquedad de plantilla o que no se cumplen las tasas de reposición. También advierten de la precariedad, de que la mitad está próxima a la jubilación y del poco interés en fidelizar a los residentes al no mejorar las condiciones laborales en la región frente a las vecinas... La Atención Primaria es vital en nuestro sistema sanitario y en nuestro estado de bienestar. Su mala salud, por falta de medios o por una gestión deficiente de sus recursos, repercute en la salud de la sociedad.
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