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La atípica realidad vivida a consecuencia del COVID-19 va abriendo otra más cercana a la conocida (reencontramos con cautela amigos, familiares, movilidad, actividades culturales restringidas, comienza la desescalada educativa dispar a lo largo del país, etc.), en la que coexisten conflictos conocidos y tendencias ... nuevas.
Por ejemplo, un conflicto cada vez más pernicioso es el del 'virus Trump', que infecta su país y la geopolítica mundial. La última evidencia es la indignación provocada por su actitud ante la muerte violenta de G. Floyd frente a la que no solo los norteamericanos están protestando sino también, en oleada expansiva, los de países democráticos como Australia, Canadá, Francia, Inglaterra, Alemania, etc.. Pero lo peor no es Trump con su dudosa ética, falta de empatía o nobleza, sino los millones de votos que le permitieron ser presidente por creerle digno de ello; es esperanzador que, por fin, cada vez más ciudadanos vean qué representa disminuyendo su intención de voto hacia él, amén de las críticas recibidas de altos cargos militares estadounidenses y de políticos democráticos que frenan sus iniciativas. Sería deseable que este contexto culmine impidiendo la reelección presidencial de su estilo bravucón y crítica a la Constitución. En contrapartida, hay buenos políticos que ejercen un liderazgo positivo en estos momentos cruciales; entre ellos, la primera ministra neozelandesa que ha frenado eficazmente el virus, la autoridad ética de Merkel, o el líder laborista Starmer que aplica una inteligente, metódica y tenaz oposición a Johnson, son esperanzadores ejemplos de que la pesadilla de dirigentes tipo Trump o Bolsonaro puede frenarse en pro de una gobernanza para el bienestar común, inteligente, empática, transparente y no cortoplacista.
Por otra parte, la revalorización del medioambiente y del entorno rural toma fuerza. El forzado confinamiento vivido en un entorno urbano y viviendas no siempre abiertas al exterior, inspira la tendencia de apreciar que el entorno rural ofrece una vida más equilibrada en contacto con la naturaleza y espacios abiertos que compensa otras limitaciones. Aunque revertir la tendencia de la concentración humana en ciudades sea difícil, quizás ahora respetemos más el entorno natural, revaloricemos la vida rural, o acerquemos la campiña a las ciudades con más espacios verdes, circuitos cortos, mayor arborización de calles, menor uso automovilístico, vegetalización de inmuebles o rediseño de viviendas poniendo en valor su apertura al exterior; en suma, impulsando un cambio de vida más allá de la gran urbe actual.
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