No es nada nuevo que los occidentales descubran los derechos humanos cuando les conviene. Mientras tanto no existe escrúpulo que valga tanto como un buen contrato en China, comprar petróleo a Irán o a Venezuela, celebrar un Mundial en Catar, por no hablar de unas ... vacaciones en Cuba. Son algunos ejemplos de triste actualidad donde se demuestra que la mejor defensa es un buen ataque. El protagonista es el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y su profunda reflexión sobre la falta de coherencia mundial, sobre todo de los europeos, que deberían disculparse por sus últimos 3.000 años.

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Infantino confesó su trauma como hijo de italianos, inmigrante en Suiza, discriminado e insultado por no hablar bien el alemán. Todos y cada uno debemos realizar examen de conciencia sobre nuestro comportamiento en relación a nuestros principios y valores, pero hace falta mucha valentía para aceptar los desvíos habituales y corregir el rumbo con honradez y honestidad. Podemos reconocer que Infantino se encontró esta incómoda herencia cuando llegó al cargo. Lo coherente, según su vara de medir, es asumir que nadie es perfecto y que lo más importante es el fútbol aunque para asumir su celebración en Qatar, gracias a su enorme apuesta económica, haya que parar las competiciones en todos los países, mirar hacia otro lado sobre las condiciones de trabajo de quienes han construido los estadios con centenares de muertos y donde los derechos de las mujeres, los homosexuales y de los inmigrantes dejan mucho que desear. Por no hablar de su apoyo, con sugerencia de EE UU, a los Hermanos Musulmanes, considerados terroristas en muchos países.

Resulta paradójico y oportunista o hipócrita, como dice Infantino, que algunos futbolistas, artistas y medios de comunicación hayan esperado hasta ahora para concienciarse de lo que pasa de verdad en Catar. Un Mundial de Fútbol para mejorar su imagen porque cuando ruede el balón cada uno querrá que gane su equipo y la memoria es débil. Ha ocurrido con el gas de Putin y la invasión de Ucrania; la represión china de disidentes, los asesinatos en Irán para sofocar las protestas que iniciaron las mujeres y ahora secundan buena parte de los iraníes en todo el país, la reconversión del dictador chavista Maduro porque hace falta su petróleo en el mercado o, si queremos un contexto general que incumba a la coherencia, todos y cada uno de nosotros cuando nos vamos de vacaciones a Cuba o a otro país bajo dictadura o populismo autoritario sin importar demasiado las condiciones de vida de sus habitantes. La triste realidad del mundo moderno es que casi nadie puede dar lecciones.

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