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Parecía que el COVID-19 podía convertirse en una enfermedad estacional contra la que es posible protegernos. Aunque la amplia política de vacunación cumple su función garantizando la inmunidad (al menos de manera temporal) de los más frágiles, algunos se niegan a vacunarse mientras las ... medidas preventivas y costumbres sociales se relajan. Según la OMS es «gravemente preocupante» el nuevo envite pandémico con alto número de nuevos contagios en numerosos países europeos, especialmente paradigmático en Austria (con baja tasa de vacunados y más de 2.000 contagios por 100.000 habitantes), y otros como Alemania o Croacia (España se sitúa alrededor de 111 casos), advirtiendo de que, si no se toman medidas urgentes, puede cobrarse medio millón de nuevos fallecidos hasta marzo de 2022. Aunque la situación sanitaria no es tan grave como la vivida, el fantasma pandémico continúa planeando amenazante.
Preocupa la salud pública así como el consecuente incremento en la presión hospitalaria, haciendo aflorar la responsabilidad de los no vacunados por el riesgo que su opción personal entraña hacia el resto ya que, a menor vacunación y relajamiento de medidas, aumenta la incidencia de contagios. Solo en España hay más de 4 millones sin vacunar esgrimiendo motivos ideológicos, religiosos y a veces románticos. Con el incremento de contagios, esta decisión deja de ser solo un derecho individual porque comporta corresponsabilidad y un coste de insolidaridad hacia los demás. Casi siete de cada diez ingresados en las UCI españolas no están vacunados, mostrando así la presión que ejercen sobre la sanidad y la repercusión potencial en la salud de los demás. La pregunta es dónde comienza el derecho a decidir libremente de unos y dónde se sitúa el de los demás cuando las creencias individuales afectan a un bien común y un derecho básico y prioritario: la salud pública.
La controversia está servida y los diferentes países toman medidas para evitar la extensión pandémica. Austria ha confinado 20 días a los no-vacunados, impone el pasaporte sanitario para acceder a establecimientos públicos no esenciales y articular una ley que obligará a vacunarse. Alemania ha declarado el estado de emergencia nacional, los Países Bajos han confinado parcialmente, hay restricciones para los no vacunados en la República Checa o Eslovaquia, Italia exige a los trabajadores un certificado no-COVID, Francia hace pagar personalmente los test para detectar el coronavirus a ciudadanos no vacunados, etcétera.
El derecho a la vida y a la salud es el deber público más relevante. Debe ser prioritario y protegido jurídicamente, preservando todos la prudencia.
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