Derecho a estar informados
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«Pido a los medios públicos que traten a la Iglesia católica con el respeto con el que tratan al mundo musulmán, al deporte o al cine»Todos los ciudadanos españoles tenemos derecho a estar informados y a saber la verdad. La verdad sobre nuestra historia, sobre los Presupuestos, sobre los efectos de la pandemia entre la población, sobre lo que hay detrás de cada acuerdo de los partidos. Y así, un ... largo etcétera que reconoce nuestra Constitución.
Últimamente, se ha vuelto a hablar del derecho a la libertad de expresión a cuenta del intolerante Willy Toledo, absuelto recientemente por la Audiencia Provincial de Madrid. Creo firmemente en la libertad de expresión, pero, por encima de todo, creo en la regla de oro que ha sostenido siempre la cohesión social y el llevarnos bien: «No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti». Y vuelvo a recordar algo que es de sentido común: ningún derecho, y menos el de libertad de expresión, tiene un recorrido ilimitado. En esta vida no vale todo.
Dicho esto, hoy me quiero referir al derecho a recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión (art. 20, 1, d), pero especialmente por los medios públicos que pagamos todos. Información veraz en lo que hace a la Iglesia católica. Y que no me venga nadie con aquello tan ramplón y tan pueblerino de que «lo que tiene que ver con la Iglesia que se lo apañen los católicos». Con ese planteamiento habría que decir lo mismo de los partidos políticos –que son de iniciativa privada aunque de relevancia pública–, y los sindicatos, y las asociaciones profesionales y las ONG, y el fútbol y el cine español. Y no tengo nada contra el fútbol, el cine, los sindicatos ni los partidos políticos; simplemente pido que los medios públicos, sobre todo TVE, traten a la Iglesia católica con el respeto, el miramiento y la consideración con que tratan, por ejemplo, al mundo musulmán, al mundo del deporte o al cine español. Y ojo al dato: el programa más visto de la 2 en TVE es 'La Santa Misa', después de 'Saber y ganar'.
Como es sabido, no hace muchos días el Papa Francisco y nuestro presidente del Gobierno se vieron en una audiencia en el Vaticano. ¿Sabían ustedes, mis amigos lectores, que lo más importante que le dijo el Papa a Sánchez tiene que ver con las ideologías, la gran pandemia social que ha invadido toda la política que hacen los políticos profesionales y que ha envenenado la convivencia entre los españoles? «Las ideologías, dijo textualmente el Papa, no construyen la patria, sino que la desfiguran». Y añadió: «La patria es algo que hemos heredado de nuestros mayores y es algo que hemos de transmitir a nuestros hijos. Es muy triste que las ideologías se apoderen de la interpretación de una nación». Y el Pontífice citó a modo de ejemplo lo sucedido en Alemania con la República de Weimar de 1918/1933, que terminó en la gran masacre del nazismo. De estas palabras del Papa apenas se informó en los medios públicos.
Y otro hecho asimismo silenciado, o al menos ninguneado, ha sido el reciente discurso del presidente de la CEE, nuestro recordado Juan José Omella. Dijo cosas como las siguientes, que los ciudadanos y no sólo los políticos nos tendríamos que atar al dedo: «No es momento para divisiones, no es momento para dejar que los brotes populistas –irresponsables e ideológicos– traten de colarse. Es el momento de la cohesión, de la cordialidad, de trabajar unidos». E hizo una referencia bien concreta a la dichosa falta de acuerdo en algo tan vital como es la Ley de Educación en España.
Al día de hoy tengo yo muy claro que los brotes ideológicos de nuestro Gobierno quieren privar a la enseñanza concertada de su dimensión pública, que la tiene claramente, aunque su actividad sea de iniciativa privada. También los partidos y los sindicatos son de iniciativa privada pero con dimensión pública. ¿A qué viene ese empeño en negar a la enseñanza concertada su carácter de servicio público? El fundamentar una ley de educación en ideologías es hacer de la enseñanza pública una enseñanza estatal que es muy distinto, y muy peligroso. Y por ahí gran parte de la sociedad no pasa, ni pasará.
Según el CIS, el 69% de los españoles se confesaba católico a mediados del año pasado. ¿Practicantes? El 21%. ¿No practicantes? Digamos que el resto. Pero estos datos me dan igual. Entre otras razones porque el mismo razonamiento habría que hacer con todo. Por ejemplo, en política, ¿cuántos seguidores del PSOE, del PP, de Podemos, de Cs, son militantes de verdad, 'a muerte', o solo votantes, 'seguidores de ocasión'? Excepto los profesionales de la política, los demás son simpatizantes y poco más. A qué vienen tantas exigencias con la confesión católica. ¿No será porque se trata de una voz que hay que acallar porque estorba? Sea como sea, lo cierto es que anulando a la Iglesia, a los católicos y sus muchos valores, nos empobrecemos todos. Lo veremos con el tiempo.
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