La dependencia energética de España, que no posee energías fósiles y ha reducido drásticamente el uso del carbón por su carácter contaminante, es un hecho bien conocido que resalta en los momentos de crisis como el actual. El 73% de los recursos petrolíferos, gasistas e ... incluso eléctricos que consume el país proceden del exterior, según el INE, y aunque estamos mejorando (en 2008, la dependencia superaba el 80%), nos hallamos muy lejos de los promedios europeos, que están en torno al 50%. No es la primera vez que España paga cara esta dependencia, que de momento ha reducido el crecimiento anual en unos dos puntos de PIB el último trimestre. Las soluciones a nuestro problema no son optativas: hay que potenciar las energías renovables, yendo incluso más allá del actual objetivo de que en 2030 el 30% de la energía consumida sea verde. Y es preciso mejorar nuestras conexiones con Europa, ya que apenas alcanzan al 5% de la demanda y Francia, con sus más de 60 centrales nucleares, es un país excedentario en electricidad. También habrá que pensar en la posible prolongación de la vida de las nucleares. Y los objetivos ambiciosos han de cumplirse, incluso en épocas en que no haya problemas de oferta.
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