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Por primera vez desde que hay registros, China se ha convertido en el principal país del que España importa bienes y servicios desplazando a Alemania, hasta ahora nuestro principal proveedor. Las compras españolas al gigante asiático ascendieron al 13,2% del total, incrementándose hasta un ... 62% respecto a 2021. Este fuerte desequilibrio en el tablero de juego del comercio mundial y específicamente en el europeo, sitúa a España en una situación de comprometida dependencia en productos tecnológicos. Por una parte, destacadas empresas estratégicas del tejido económico nacional empiezan a estar subordinadas a las disponibilidades industriales del país asiático y, por otra, la órbita de nuestro mercado europeo se resiente gravemente ante esta supeditación comercial. Por encima de factores coyunturales relacionados con la covid-19 y la crisis energética, los síntomas no hacen sino confirmar el debilitamiento de las potencias europeas en la competencia global. Y esa no es una buena noticia para la UE, que está obligada a reaccionar con energía frente al estancamiento y la inflación que están dañando nuestra potencia comercial y agudizando nuestra dependencia periférica.
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