Con los demás no juegas
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De cómo Australia marca el camino: sin pinchazo, te vas a tu casaVIERNES | DJOKOVIC
He de reconocer que a mi Novak Djokovic siempre me ha parecido bastante tontuno. Desde que era más joven y se dedicaba a hacer imitaciones faltosísimas de sus compañeros. Cierto es que nacer a la vez que Nadal y Federer, dos tipos asquerosamente intachables dentro ... y fuera de la pista, es complicado.
Pero no, el chico no es de mis favoritos. Y ya estos días lo está bordando en Australia: cada dato que se conoce de sus andanzas con respecto al COVID-19 es peor que el anterior. Desde lo de intentar ocultar a todo el mundo (con deliberado secretismo) que no estaba vacunado, hasta lo de dar positivo un día 16 y correr el día 17 a meterse en un avión para viajar a España a un acto con niños. Olé tus ovarios, Novak.
Pese a todo, andaba yo estos días que he estado de confinamiento covídico dándole vueltas a por qué el asunto del serbio me ponía de tan mala leche, si en realidad ni me va ni me viene. Y creo que ya sé por qué. En realidad, no me molesta Djokovic: me molestan todos los djokovic que andan por la acera. Que anda que no hay.
Lo reconozco, me sacan de mis casillas los antivacunas, los negacionistas, los obtusos de esto del COVID. Quizá por lo que suponen para mí de decepción sobre la especie a la que pertenezco. Uno hubiera pensado, hace apenas dos años, que una enfermedad contagiosa que se ha cargado a más de 850 de nuestros vecinos riojanos no sería algo opinable. Y que cuando hubiera un mecanismo para al menos mitigar en gran parte lo peor, no iba a haber 30.000 tipos en este pueblo que se negaran a usarlo con argumentos sacados de vídeos de youtube.
Andamos estos días preguntándonos si deberíamos empezar a tratar esto como la gripe. La respuesta también debería ser evidente: cómo vamos a tratar como la gripe algo que ha tenido a la vez a 130 tipos ingresados en el hospital en tres semanas, y ha matado a una docena en ese mismo tiempo.
Quizá podamos empezar a hacerlo cuando prácticamente todo el mundo esté vacunado, cosa a la que aún le falta, y el riesgo de palmarla sea mucho menor de lo que es.
Pero, visto lo visto, solo hay dos opciones: o convertimos la vacunación en obligatoria, o nos marcamos un australiano. O sea, si eres tan tonto, tan insolidario, tan cerril que no quieres aprovechar lo que la ciencia pone a tus pies, allá tú. Pero con los demás no juegas.
Jueves | Ceses
Que te dejen escribir todos los domingos (y encima te paguen por ello) es un honor. Pero la repetición tiene sus cosas. Por ejemplo, eso de que conviene evitar hablar casi siempre de lo mismo. Aunque ese «lo mismo» se te tire delante, rogándote que lo hagas. Es el caso, claro, de la escabechina incesante en el gobierno de Concha Andreu. Porque ya uno se va repitiendo, y porque el umbral del asombro se retira y lo que antes parecía escandaloso ahora pasa por casi normal.
Pero así y todo, lo que ha ocurrido esta semana con los encargados de gestionar las emergencias en La Rioja es para nota. O sea: Andreu decide cargarse al jefe de los bomberos riojanos (el gerente del CEIS) y cuando el director general de Emergencias dice que si hacen eso, él también se va, le enseña la puerta. Y lo que es peor: ¡sin tener sustituto para ninguno! O sea, es tan urgente la necesidad de cortar la cabeza del no afín que el asuntillo de que los servicios de emergencias se queden sin sus resposables de golpe se convierte en algo menor.
No, ya. Que no hay que hablar siempre de lo mismo. Pero es que, de verdad, lo ponen muy difícil.
Sábado | Cumple
Ayer sábado este periódico cumplió 133 años. Ya, no es que sea un número muy redondo, pero me da un poco igual. Bien está celebrar que algo así ocurra: que una casa dedicada a eso tan etéreo de contar noticias haya sobrevivido todo ese tiempo, y encima con buena salud. En el añejo papel y en el internet que ya ni es tan nuevo. Ahí estamos, por ejemplo, con más lectores en la web que todos nuestros competidores regionales. Todos sumados.
Que ya, que está feo que uno lo diga. Pero qué le voy a hacer: esta casa de tres siglos que me acoge desde que era un zagal es parte de mi historia. Y parte de la de La Rioja. Felicidades.
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