Defensa constitucional
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La volatilidad ha generado un efecto paradójico y hoy una amplia mayoría parlamentaria aboga por mantener la Carta Magna tal cual estáLa conmemoración de los 41 años de vigencia de la Constitución mostró ayer las distintas actitudes que los grupos parlamentarios mantienen ante la Carta Magna, confirmando lo dificultoso que resultaría actualizar su articulado mediante la correspondiente reforma. El tradicional encuentro de celebración en el Congreso ... volvió a dejar patente, con su ausencia, el disenso que las formaciones independentistas y nacionalistas mantienen respecto al texto de 1978. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias coincidieron en realzar el contenido social de la Constitución como garantía de futuro. Mientras que Pablo Casado e Inés Arrimadas subrayaban las garantías para la convivencia, la unidad territorial y la preeminencia de la Ley a partir de aquel 6 de diciembre. Al tiempo que Santiago Abascal se hacía ver en Barcelona y Cayetana Álvarez de Toledo en Bilbao, en su respectiva vindicación de la jornada. Hasta hace dos años, la discusión sobre la conveniencia de reformar o no la Constitución era recurrente en el debate político. Aunque la concurrencia de visiones divergentes sobre su puesta al día desaconsejase iniciar los trabajos, cuando era improbable alcanzar el consenso que dio luz al articulado actual, y el que exigiría el Título X referido a la reforma constitucional. La persistente fragmentación del panorama parlamentario y, sobre todo, la máxima polarización partidaria a la que dio lugar el escrutinio del 10-N hacen hoy impensable adentrarse por la revisión de la Carta Magna. De hecho, ninguna de las opciones políticas que pudiesen estar interesadas en reformar la Constitución en uno u otro sentido se atrevería hoy a aventurarse a ello ante el riesgo de que el resultado final del empeño fuese contrario a sus pretensiones. Ni los soberanistas se aventurarían a modular el articulado constitucional según sus propósitos, ni los recentralistas se animarían a intentar la operación inversa, ni una idea sobre derechos y libertades podría impulsarse a modo de reforma sin riesgos de acabar limitando los ya recogidos en la Constitución. La convulsión y la volatilidad políticas han generado un efecto paradójico respecto a la Carta Magna. Hoy hay una amplísima mayoría parlamentaria que prefiere dejar su contenido tal cual está.
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