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Dedicado a la afición

Dedicado a la afición

OJO DE BUEY ·

Domingo, 31 de julio 2022, 02:00

Se acaba de inaugurar en el Ayuntamiento de Logroño una Exposición sobre el amateurismo fotográfico y cinematográfico locales, entre el XIX y el XX, los siglos de la impresión fotogénica y cinemática de las cosas, los seres y los días. Es bella, sorprendente y divertida ( ... por lo diverso de sus asuntos). Y libérrima en su óptica, en todos los sentidos de 'óptica': en cuanto a lente y en cuanto a mirada. Cualquiera de las imágenes expuestas transmite la verdadera razón y el verdadero objetivo de la colección; la auténtica naturaleza de la afición, que no es solamente una naturaleza fotográfica, sino una afición por la vida. La forma en que los fotógrafos y los cinemistas –preciso término que vinculaba a cineastas y alquimistas– editados en la muestra curiosean y registran gráficamente su entorno logra reflejar una afición apasionada, amateur (es decir, amatoria), por el espectáculo de la vida alrededor. De modo que su trabajo viene a recordarnos lo que –cuando mejor– somos: aficionados de la vida. No siempre encantados de la vida, pero siempre afectuosos (y afectados) por ella. Amantes de ella. Trae al hilo Ricardo Romanos la siguiente idea en la cita de Baudelaire con la que encabeza su precioso texto en el catálogo: «Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar». Necesitamos, sin duda, esa afición, ese sentimiento, o lo que sea, que nos apega. De hecho, ese apego tiene mucho de hecho fotoquímico y de contacto fotográfico. La copia, en papel –ciñéndonos a la era analógica en que se produjeron las fotografías de la Exposición–, es esa carne extraña sobre la que se estampa el olvido de que nos provee la huella de luz. Sí, se puede decir que ese algo 'desaparecido' en que, según Roland Barthes, consistía lo fotografiado es algo también olvidado, ¡pero nunca borrado!, solamente evacuado, transferido: reencarnado. La fotografía y la cinematografía, en manos de aficionados, son un modelo de aprehensión de la vida, sin prejuicios y sin miedo. Y de inteligencia de las cosas de la vida, pues supone discernir a cada instante e instantánea qué es y qué no es 'motivo' (fotográfico, se entiende), como les decía Godofredo Bergasa, amateur de casi todo, a Rafael Azcona y a sus amigos (en el catálogo se cuenta). Aunque muchas veces si es o no 'motivo' se descubre después de disparar. Yo diría que somos –en mayor medida– mucho más aficionados a la vida que profesionales de la misma. Las posibilidades de fracasar siendo –o considerándose– un profesional de la vida son mucho mayores que la de pasar por ser un simple aficionado de la vida. No me refiero a 'pasar' de cualquier manera, con inhibición o indiferencia, sino reconociendo el usufructo limitado de la realidad, sobre todo del tiempo, que es el que género que manejamos (nosotros y las cámaras) con mayor dificultad y sin éxito en muchas ocasiones. Los únicos profesionales, los únicos artesanos del tiempo, son los relojeros; familia, por cierto, de Jesús Rocandio –comisario de la Exposición– y quizá por eso él dedicado a la fotografía mientras sus hermanos están dedicados, al reloj y, en general, al ojo por dentro y por fuera. Y por lo que se inventaron las imágenes, fijas o en movimiento. Por detener en la escritura con la que la luz revela la expresión de las cosas, una fracción de tiempo a la vez olvidada y fijada. Esa paradoja. La afición a la que remite la Exposición consiste en una acción de indagar qué y quién sucede, qué y quien tiene lugar dentro del tiempo que les tocó, extendiéndose el radio desde lo doméstico hasta la Historia, desprendidos de la obligación, o de un uso aplicado. Por eso, en las fotografías y en las películas que se pueden ver aquí impera una mezcla entre desenfado, euforia y poesía. Una de las formas de afirmar la afición a la vida es fotografiarla.

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