Como decíamos ayer
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«Y mientras miserablemente se están los otros abrazando / con sed insaciable / del peligroso mando, / tendido yo a la sombra esté cantando» FRAY LUIS DE LEÓN ('VIDA RETIRADA')No sólo cada cita electoral exige una serie de ritos que se repiten con puntualidad ferroviaria, sino que también los momentos posteriores reclamarán su propio protocolo. Así que, como decíamos ayer, hablarán los candidatos recién abiertas las urnas (todos ganan), analizarán al día siguiente con ... mayor detalle los resultados (todos siguen ganando) y al votante se le continuará negando la inteligencia natural que sí ha exhibido enarbolando su papeleta: se le trata como a un tonto hasta las siguientes elecciones. También los medios de comunicación se abandonarán a su propia inercia: como decíamos ayer, atraparán el dato más llamativo extraído de las urnas, fijarán categorías donde sólo había anécdotas y luego procurarán (procuraremos: estas líneas son autocríticas) que la realidad se adapte a los prejuicios. Aunque, como decíamos ayer, los hechos son tozudos: sólo ganó las elecciones el partido más votado (el PSOE, que ya olfatea el banco azul) y todos los demás fueron derrotados.
Una lectura regional fortalece las ideas antedichas. Como decíamos ayer... También en La Rioja venció el PSOE, aunque con una pérdida de votos respecto a abril (cercana a las 200 papeletas) que también se explica por la menguada participación (dos puntos más de abstención en apenas medio año). Por Martínez Zaporta, donde la doble convocatoria electoral no despertaba grandes entusiasmos, se escuchó un suspiro de alivio: resistir, en efecto, equivale muchas veces a vencer. Y, como en España, también en La Rioja perdió el PP, aunque con un notable avance sobre sus resultados recientes: casi 10.000 votos más y cerca de ocho puntos de mejora del 28A al 10N. Un balance que acepta lecturas críticas a partir del bajo nivel de implicación durante la campaña de señalados miembros de su cúpula que ni aparecieron por la sede en la noche electoral y evitaron sumar su cariacontecido semblante a los sombríos rostros de quienes (en teoría) se confesaban satisfechos con el resultado. Volver a perder unas elecciones (quinta derrota consecutiva en otras tantas convocatorias en este aciago 2019 para sus fines) parece encerrar para el desmayado PP actual un raro motivo de satisfacción... Como decíamos ayer.
La Consejería de Salud que dirige Sara Alba va configurando su organigrama, que todavía tiene pendiente completarse en el segundo nivel de altos cargos. En el Hospital San Pedro, la última salida afecta al director médico, Juan López, una baja que quedará cubierta por otros nombramientos que se anuncian para la semana entrante: los facultativos Francisco Antón Botella y Javier Pinilla; este último, bien conocido entre la opinión pública riojana por su larga y abnegada tarea al frente del comité antisida, se hará cargo del puesto que deja vacante López, mientras que Antón será adjunto a la gerencia, es decir, número dos del nuevo gerente del SERIS.
Los más desilusionados con la gestión de José Ignacio Ceniceros ya se preguntaban por mayo si tanto fracaso electoral no debía merecer alguna respuesta de sus dirigentes: «Si ahora no reaccionamos, cuándo lo haremos». Puntos suspensivos. Así vive hoy el PP riojano: en suspenso. Aguardando noticias de Génova, donde la errática trayectoria de su territorial riojana no parece merecer intervención alguna, para desánimo de quienes piensan (como decíamos ayer) que sólo si Pablo Casado llegase con el bisturí podrán salir esas siglas del vigente limbo. Donde ni siquiera la evidencia de que (hubiera o no pacto secreto, como denuncian en el PSOE) Vox dejaba en barbecho las papeletas para el Senado reclamó una estrategia adecuada para aprovechar semejante circunstancia. Que hubiera permitido una interpretación más victoriosa de sus resultados (perder en el Congreso a cambio de ganar en el Senado) y a Rosa Ortega, alcanzar su escaño... si sus jefes no hubieran salido a empatar.
Un triste empate. Aunque en tristeza nadie puede competir con Ciudadanos. Sus dirigentes riojanos llevaban días aceptando su desolación por la táctica seguida por Albert Rivera, que condenaba al partido a la práctica invisibilidad si, como decíamos ayer, las urnas confirmaban a las encuestas. Justo cuando la formación naranja empezaba a cabalgar la ola buena, su líder máximo decidió despeñarse. Una vertiginosa caída al precipicio que guarda alguna semejanza con la protagonizada por Unidas Podemos, donde optan por una inmolación más lenta. De diciembre del 2015 a noviembre de este año, la facción riojana de Pablo Iglesias ha dilapidado cerca de siete mil votos. Nada comparable, sin embargo, a la crisis naranja: en abril, se hizo con más de 32.000 votos riojanos (y un histórico escaño en el Congreso); en noviembre, 11.584 y el quinto puesto en la clasificación. Como decíamos ayer, material para los libros de Historia.
Concha Andreu dispone desde el miércoles de la primera placa con su nombre, que sirve para advertir de que cierta dotación o algún edificio (en su caso, la guardería de Fuenmayor) se inauguró durante su mandato como presidenta. Se trata de una costumbre muy extendida en la España autonómica, que en el caso de La Rioja popularizó Pedro Sanz durante su larga etapa en el Palacete y luego prosiguió su sucesor, José Ignacio Ceniceros. Haciendo todos ellos caso omiso del aviso que lanzó allá en 1982 Felipe González cuando llegó a Moncloa: que no contaran con él para esas prácticas.
El análisis de la realidad electoral debe detenerse en este punto en las siglas de Vox. Victoriosas, pero con matices: para enviar a Madrid como diputada a María Luisa Alonso, Ciudadanos necesitó el doble de votos que los obtenidos por Vox el pasado domingo. Imitar desde la ultraderecha esa hazaña supone una quimera que debería serenar los ánimos, cercanos al triunfalismo, de la formación de Santiago Abascal y canalizar la reflexión hacia aguas más templadas. Porque cuando los riojanos hablaron el domingo, no necesitaron intermediarios. Alto y claro proclamaron que hay más diferencia entre Vox y el PP (casi 40.000 votos) que entre Vox y Pacma. Inflar globos es fácil. Y más emocionante que trasladar una radiografía más exacta de cuál es la auténtica realidad sociológica de La Rioja.
Todo análisis que desprecie los datos será siempre un cálculo interesado, propio de esa rutina tan nociva de interpretar las elecciones a partir de ideas preconcebidas en vez dejarse guiar por aquella máxima según la cual la cara es siempre el espejo del alma: las fotos no engañan. Y desde la firma del pacto entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, resulta sencillo identificar dónde se sitúa el éxtasis y dónde se acumulan los ángeles caídos. Los que, como decíamos ayer, lejos de convertirse en la solución para los suyos, se transforman en el problema.
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