Las enmiendas a la totalidad del proyecto de Presupuestos Generales para 2022 fueron ayer desechadas por el Congreso, con 188 votos en contra y 156 a favor de su devolución. El escrutinio parlamentario asegura prácticamente la aprobación de las Cuentas del Gobierno de coalición, y ... con ello la continuidad de la legislatura hasta 2023. Los mensajes críticos que ayer tuvo que soportar el Gobierno por parte de ERC y del PNV, requiriendo el cumplimiento de acuerdos anteriores o reivindicando nuevas cuotas presupuestarias, no son más que gestos de dignidad política cuando ninguno de los socios de investidura está en situación de echar a pique el mandato de Pedro Sánchez. De manera que el Ejecutivo central puede seguir sorteando las aspiraciones sucesivas de sus socios parlamentarios, adelantando algunas concesiones y posponiendo otras mediante compromisos verbales a los que sus interlocutores necesitan conceder credibilidad. Algo a lo que contribuye la pugna entre ERC y Junts en Cataluña, y entre PNV y EH Bildu en el País Vasco.

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Pero junto al triunfo político de una votación que socialistas y morados celebraron ayer con una emoción impropia en quienes dicen sentirse seguros en el Gobierno del país, el Ejecutivo contó nuevamente con los beneficios de la polarización. De la oposición ejercida por PP, Ciudadanos y Vox que impide un juicio riguroso sobre los Presupuestos porque la confrontación extrema ideologiza tanto el debate que deja de lado la solvencia de las previsiones económicas en las que se basan las Cuentas.

Su revisión a la baja para 2021 y también para 2022 por parte de todos los institutos de estudio públicos y privados, exceptuando el Gobierno, se ha encontrado esta semana con el más que positivo comportamiento del mercado laboral, lo que invita a especular con dos supuestos. Que el Ministerio de Economía esté en lo cierto al atribuir al cómputo de la actividad económica diaria mayor rigor que al PIB a la hora de retratar la coyuntura, o que la precariedad del empleo –reflejo de la fuerza de trabajo requerida por la economía en su conjunto– denote un crecimiento más exiguo del esperado. Aun en el supuesto probable de que ambas hipótesis sean válidas en parte, el trámite de las enmiendas a la totalidad de unos Presupuestos tan cruciales requería una discusión con menos eslóganes e invectivas y más argumentos económicos. La exacerbación del lenguaje volvió a perjudicar el interés común.

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