Hay un dicho muy conocido en Alemania 'wer rastet, der rostet' que se traduce como 'quien descansa, se oxida'. Al entrar en el año 2024 parece que el lema es una descripción apropiada del Estado alemán en varios aspectos clave. El potente motor de la ... economía se ha estancado mientras el Gobierno del canciller Scholz, de una coalición diversa, está paralizado por las disputas entre los socios y no está dispuesto a abordar a unos de los retos importantes que se enfrentan el país. Podría resultar tentador para otros europeos regodearse en los problemas de Berlín y entregarse a lo que los alemanes llaman 'schadenfreude' o placer en la desgracia ajena. Pero sería un error, porque lo que es malo para Alemania es malo para todo el continente.

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En las dos últimas décadas se ha producido un auge de la economía alemana. Como el país más grande de Europa -con una población de más de 80 millones- los fabricantes alemanes tienen acceso sin fricciones a un mercado interno importante. Las empresas germanas también han demostrado una agilidad impresionante en la venta de bienes y servicios en el extranjero: se compran con mucho éxito marcas globales alemanas como Siemens, Bosch, Mercedes o Volkswagen. Junto con gigantes económicos como China y Japón, Alemania es uno de los pocos países que tiene una balanza comercial positiva, es decir, el valor de sus exportaciones son mayores que el valor de sus importaciones. Sin embargo, según las previsiones de los analistas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el motor alemán ya se está estancando y prevén que crezca sólo un 0,6% durante el próximo año. Por el contrario, la OCDE predice que la economía española crecerá un 1,5% en 2024.

El debate político dentro de Alemania está dominado por la sensación de que el país ha perdido el rumbo y el malestar se demuestra a diario, por ejemplo, en los problemas de comunicación. Las quejas sobre el desarrollo de las conexiones a internet son frecuentes y algunas partes del país aún carecen de líneas de fibra óptica. La puntualidad del sistema de ferrocarriles, Deutsche Bahn, solía ser un símbolo de eficiencia nacional, pero ya no lo es. En otoño de 2023, casi la mitad de los trenes circulaba con retraso y, hartos, los suizos prohibieron el acceso a su red a los trenes alemanes que llegaban a su frontera con demora. El año pasado, mientras trabajaba en Alemania, tuve que coger un taxi dos veces en el último minuto para ir corriendo al aeropuerto de Zúrich porque la conexión de tren se canceló sin previo aviso. Los fallos en el transporte afectaron hasta la ministra de Asuntos Exteriores, que se vio obligada a abandonar una visita a Australia por las repetidas averías de su avión oficial.

Pero la falta de una comunicación fiable es sólo uno de los retos. La tarea más inmediata es transformar el modelo energético a una forma más sostenible y segura. La gigantesca industria alemana requiere grandes cantidades de combustibles fósiles y el conflicto en Ucrania ha frenado las importaciones baratas desde Rusia. El país no ha construido nuevas instalaciones nucleares desde hace más de una década, cuando la entonces canciller Angela Merkel puso una moratoria al programa nuclear en 2011. Al igual que otras economías, el país ha emprendido los ajustes necesarios para hacer más sostenible su producción y consumo energético pero estos cambios sólo serán efectivos a largo plazo. Mientras tanto, muchas empresas están preocupadas por cómo alimentarán su producción este año y el próximo.

El debate político está dominado por la sensación de que el país ha perdido el rumbo

Si la descarbonización es un reto importante, la demografía del país es otro. Una generación de los trabajadores actuales nacieron en el 'boom' de la posguerra, pero ahora están llegando al final de su vida laboral. En los próximos años se jubilarán cientos de miles de alemanes y se calcula que el país necesita ahora unos dos millones de obreros cualificados. Cuando en 2016 la entonces canciller Merkel permitió la entrada en el país de alrededor de un millón de refugiados sirios lo hizo tanto para aliviar una crisis humanitaria como para introducir a más jóvenes en la economía alemana. Más recientemente, el país ha acogido a cientos de miles de refugiados ucranianos, aunque muchos de ellos son mujeres y niños que querrán regresar a su país cuando amaine el conflicto con Rusia.

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Pero aunque los inmigrantes sean necesarios para la economía alemana, no siempre son bien recibidos por los votantes. Las recientes elecciones y encuestas han visto un aumento del apoyo al partido nacionalista y xenófobo Alternativa por Alemania (AfD) que cuenta ahora con el respaldo de uno de cada cinco votantes. Dada la historia reciente del ultranacionalismo en el país es una razón más por la que muchos, tanto fuera como dentro de Alemania, esperarán que el Gobierno de Berlín encuentre soluciones factibles a los retos actuales.

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