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Los cambios, sea cual sea el orden de la vida en el que se producen, exigen valentía. Y el ser humano, por lo general imperfecto y cobarde, suele mostrarse reacio a ellos. Reinventarse conlleva renuncias, esfuerzo, sacrificio... En definitiva, empeorar a corto plazo para tratar ... de mejorar a medio y largo.
Apliquen ahora esta teoría al análisis económico. Las últimas estadísticas no dan tregua y nos debilitamos sin remedio, lo que impacta como un obús contra el estado del bienestar y, más en concreto, contra el sistema público de pensiones: para abonar la paga extraordinaria de Navidad, la 'hucha' se quedará en mínimos, sin olvidar, que el sistema emplea este año 13.830 millones prestados por el tesoro público para sufragar estas prestaciones.
Por eso se necesitan reformas. Porque el guantazo que nos ha metido el otoño es la antesala de un gélido y endiablado invierno económico en el que ni siquiera podremos contar con determinados consumos (como las ventas de automóviles, antaño) que ejerzan de contrapeso a la tendencia regresiva.
No se ven señales que inviten al optimismo. Por tanto, hay que ser realistas, huir de los mensajes engañosos que confunden y asumir que estamos a las puertas de una nueva recesión, cuando muchos sectores, el comercio minorista, por ejemplo, no han terminado de recuperarse de la anterior crisis.
Todo ello está en las manos ortodoxas y prudentes del PSOE y en las revolucionarias de Podemos, tan distintas, que estrecharlas parece imposible. Por lo que, por primera vez, un abrazo habrá sido más sencillo que un simple apretón de manos.
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