Cuando Albert Camus obtuvo el premio Nobel dirigió una carta preciosa a su profesor de la infancia para agradecerle su apuesta por él, a pesar de ser un niño pobre. Salvando un abismo yo también podría escribirle a mi maestra Mari Carmen Cervantes porque creyó ... en mí y me animó a estudiar en la Universidad. También yo era de una familia humilde y ella me apoyó siempre.

Publicidad

Pero no todos los profesores que he tenido han sido así. Especialmente hubo uno en primero de BUP que me hizo mucho daño y que estuvo a punto de echarme a la cuneta. Se llamaba Don Darío, corría el año 1976 y era el director del instituto. Me he acordado de él con motivo del polémico artículo de la ley de educación de La Rioja que se refiere a la conducta y actitud de los profesores riojanos. Para saber a qué me refiero, pueden ustedes consultar el tema en la hemeroteca de este mismo diario.

Don Darío incumplía, uno por uno, todos los preceptos. Para empezar no conocía a ningún alumno por su nombre. Tampoco preparaba las clases porque venía directamente del casino, nos hacía abrir el libro y leer en alto el tema. No empleaba metodología alguna ni explicaba nada. Si alguien le molestaba lo expulsada sin miramientos. Incluso creo que no corregía los exámenes y aprobaba solo a quien le caía en gracia, por ejemplo a los hijos de sus amigos. Jamás pidió disculpas. El único precepto que respetó fue no hablar por el móvil por razones obvias. Aunque en su lugar fumaba puros. Recuerdo sus clases aburridas y a él envuelto en una nube de humo.

Eran otros tiempos. Don Darío además era un corrupto que junto a otros responsables del instituto especulaba con el dinero de la residencia de estudiantes. Un hecho que salió a la luz por la lamentable muerte de un alumno y que no tuvo ninguna consecuencia legal para él. Como me suspendía sistemáticamente mi madre fue a su despacho para que le explicara el motivo y tuvo la desfachatez de decirle que no me metiera en política y que estudiará más. No conocía mi nombre ni mi apellido pero sí estaba informado de mis simpatías por una organización de jóvenes comunistas.

En aquella época para ser profesor de Secundaria no era necesario pasar por unas oposiciones. En el caso concreto de Don Darío sus méritos eran ser adepto al régimen franquista y cofrade de la Virgen de la Piedad. No quiero decir con esto que todos los profesores de entonces fueran tan nefastos. Por suerte, en aquellos tiempos y en estos este perfil docente es una triste excepción. A pesar de todo esto que les cuento podría ocurrir que un día le pongan una placa en la puerta del instituto. También era inimaginable que en plena democracia el Ayuntamiento de Madrid le rindiera homenaje a Millán Astray.

Publicidad

Pero como les decía, a diferencia de Don Darío hoy me consta que los profesores y profesoras, salvo alguna excepción, conocen su oficio y se dejan la salud en el aula. Además de pasar por un riguroso tribunal en el que tienen que demostrar sus conocimientos y sus metodologías pedagógicas.

Así que, dicho sea de paso, mi apoyo total a los profesores y profesoras que se sienten humillados por este ridículo artículo de la ley de Educación en La Rioja.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad