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Los daños colaterales en las diferentes guerras son de alta, media o baja intensidad. Hasta los conflictos donde los seres humanos se matan por motivos de interés para quienes los provocan obtienen su calificación por parte de los expertos, de los centros de investigación y ... de los medios de comunicación que son utilizados, en uno u otro sentido. A favor o en contra. Incluso, se llegó a la Convención de Ginebra en 1949 para proteger a las víctimas de los conflictos armados. El desarrollo de la concienciación sobre la obligación moral, ética y ejecutiva de intentar poner ciertos límites a los crímenes de guerra deparó la creación de la Corte Penal Internacional donde algunos asesinos han comparecido para asumir sus infames crueldades. Los ejemplos más claros son los de los dirigentes radicales serbios Slovodan Milosevic y Ratko Mladic.
Uno político, que murió en su celda cinco años después de ser juzgado; otro militar, condenado a cadena perpetua por genocidio durante la última guerra de los Balcanes. Se dice que la justicia es lenta, pero llega. Es una satisfacción bastante relativa para las víctimas, sus familiares y amigos, aunque es un cierto avance como garantía de supervivencia de los sistemas democráticos donde impera la ley del Estado de derecho y de respeto a la vida, integridad y libertad de los seres humanos. Uno de los objetivos de la Corte y del sistema es disuadir a los poderosos de utilizar y abusar de su fuerza frente a sus adversarios más débiles. También, que las víctimas puedan responder, a su medida, con la misma moneda, como ocurrió en Bosnia.
Donde nos lleva esta reflexión es si veremos a Vladímir Putin sentado en el banquillo de La Haya, sede de este tribunal, y a todos los que hayan cometido crímenes de guerra durante la invasión de Ucrania. Pues tendremos que esperar al desarrollo de los acontecimientos. De momento, Putin es responsable de la muerte de miles de civiles en Ucrania por los bombardeos indiscriminados contra viviendas y, además, está realizando una guerra para matar de frío a los habitantes de diversas ciudades. La destrucción sistemática de las centrales eléctricas es una estrategia criminal para doblegar la voluntad y moral de los ucranianos por las bajas temperaturas, sin agua, ni luz, ni calefacción. Son los conocidos como daños colaterales que se producen en todas las guerras.
En los últimos años, los daños colaterales se producían por la explosión de un misil dirigido contra unos terroristas que utilizaban las casas de civiles para esconderse. Putin no tiene objetivos militares ucranianos, pretende vencer matando de frío a sus habitantes.
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