Desde 2018 la denominada 'revolución sudanesa', precedida de numerosos levantamientos juveniles de años anteriores al hilo de la secuela de lo que estaba ocurriendo en toda la región tras la agitación de las llamadas 'revoluciones árabes', desafió el poder de Omar El Bashir y consiguió ... que unos meses después de su inicio éste fuera derrocado y encarcelado (abril de 2019). La masacre de Jartum y la permanente represión previa pusieron de relieve la fragmentación del Ejército y que una parte de éste, las Fuerzas de Apoyo Rápido o milicias de los ex-Janjawid -responsables de crímenes contra la humanidad cometidos en Darfur y dirigidas por Mohamed Hamdan Dagalo, actual vicepresidente de la junta militar-, habían sido las autoras principales de la masacre. Huelga general y desobediencia civil desembocaron en diferentes fórmulas de gobierno que se fueron sucediendo en el tiempo: Consejo Militar de Transición, Consejo Soberano de Transición, que estableció un Gobierno civil, a su vez derrocado por un golpe militar en octubre de 2021, y luego un «acuerdo marco», en diciembre de 2022, bajo supervisión internacional.
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La primera fase de la 'revolución' estuvo dirigida por la Asociación de Profesionales Sudaneses (APS), organización sindical integrada por abogados, ingenieros, médicos, periodistas y profesores que se configuró entre 2010 y 2013. Posteriormente, y a iniciativa de ella, surgieron los Comités de Resistencia, que la fueron sustituyendo y dificultaron la represión al incrementar los núcleos de la resistencia y las movilizaciones sociales, que desde el pasado mes de enero aumentaron notablemente. Cuatro años de asesinatos, detenciones, desapariciones, torturas y violaciones de la junta militar no han conseguido erradicar este movimiento de contestación.
Como el mundo está en constante evolución y cambio y éste se ha acelerado sin control tras el inicio de la guerra ruso-ucraniana y las tensiones entre Estados Unidos y China en el estrecho de Taiwán, nos encontramos ante un panorama definido por nuevas alianzas económicas, cambios geopolíticos y más guerras territoriales en África, Asia y otras zonas del llamado Sur Global. Y en este contexto comprobamos cómo la guerra de Sudán es algo más que la lucha de poder entre dos generales enfrentados e igual de corruptos, Abdel Fattah al-Burhan y el citado Mohamed Hamdan Dagalo (Hemedti). La dimensión regional y global del conflicto en Sudán es una manifestación del constante cambio del orden mundial y de la gran competencia y enfrentamiento por recursos y espacios geográficos críticos.
El país africano es rico en recursos naturales, muchos de los cuales están sin explotar debido a los conflictos en múltiples frentes y niveles del país; sufrió la amputación del denominado Sudán del Sur y padece desde hace años una guerra enmascarada en la región de Darfur. En todos estos acontecimientos han estado presentes actores ajenos al país, desde potencias mundiales (EE UU, China, Rusia, etc.) a actores regionales y vecinos que aspiran a sacar tajada de lo que acaece aquí (Emiratos Árabes, Etiopía, Egipto, Israel, etc.).
El riesgo de balcanización del país africano es una posibilidad no descartable. Darfur, al oeste del país, próximo a la frontera con Chad y con más de nueve millones de habitantes, se encuentra en tensión permanente a pesar del acuerdo de paz de Juba (octubre de 2020). Los combates han llegado a Al-Fasher en Darfur del Norte, Nyala en Darfur del Sur y Kassala al noroeste del país. Los choques entre comunidades en las regiones del Mar Rojo, el Nilo Azul y Kordofán son constantes y el número de muertos aumenta sin cesar.
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Y no olvidemos que el país se encuentra también en la temible franja del Sahel, en la que pululan islamistas de Al-Qaeda y el Dáesh, grupos político-militares locales, grupos de autodefensa y grupos criminales que generan inestabilidad en una región donde se cuestiona la autoridad de los Estados y de sus socios internacionales. Más allá de las fronteras de Sudán, la situación no es nada sencilla. Hacia el este, el cada vez más disputado Mar Rojo, donde las potencias occidentales se enfrentan al desembarco de intereses chinos y rusos; el Cuerno de África (guerra civil de Etiopía por la región de Tigray y la crítica situación de la Región Amhara), Somalia, Sudán del Sur, etc.
Por eso la guerra en Sudán es tan preocupante. Una lucha por el control de un país con una incomparable situación geoestratégica y también un conflicto por el control y explotación de sus enormes recursos naturales. No debemos olvidar la repercusión que puede tener en las relaciones de poder de toda la región y sobre todo en los países más frágiles de la misma (Chad, Libia, República Centroafricana, Sudán del Sur, etc.). Con el actual conflicto armado, las esperanzas de democracia en Sudán generadas por la 'Gloriosa Revolución' de diciembre de 2018, pueden quedar sepultadas para siempre.
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