La naturaleza y la tecnología dieron un serio disgusto al régimen teocrático iraní el domingo cuando el helicóptero en el que viajaban el presidente del país, Ebrahim Raisi, y su ministro de Exteriores, Hussein Amir Abdollahian, tuvo un accidente en la provincia iraní de Azerbaiyán ... Oriental en el que ambos murieron, al igual que el gobernador y el representante del líder supremo en el citado territorio, Malek Rahmati y Mohammad Ali Al-Hashem. Volaban hacia Tabriz después de haber inaugurado dos presas en esta zona junto al presidente azerbaiyano Ilham Alíyev, con el que la República Islámica mantiene unas frías relaciones por las aspiraciones de este sobre territorio iraní.
El 'aparente' vacío de poder se solucionará con la asunción de las funciones del Ejecutivo por parte del hasta ahora primer vicepresidente de Irán, Mohamed Mokhber, previa autorización del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenéi, quien tiene la última palabra en todos los asuntos de Estado. Junto con el jefe del poder judicial y el presidente del Parlamento integrarán un Consejo que preparará la celebración de nuevas elecciones presidenciales en un plazo de 50 días. El Consejo de Guardianes (grupo de clérigos y abogados) decidirá, una vez más, a quién se permite votar, y descalificará a todos aquellos que no estén alineados con Jamenéi. Al margen de ello, ha nombrado ya titular de la cartera de Exteriores al hasta ahora viceministro Ali Bagheri Kani, quien encabezó la delegación negociadora del acuerdo nuclear.
Las ilusiones occidentales de que este accidente genere cambios significativos en el país se quedarán en eso, en ilusiones, puesto que el 'statu quo' se mantendrá inalterable. Y además, siendo Raisi uno de los presidentes más conservadores que tuvo nunca Irán, la ortodoxia islámica se encargará de que quien le suceda sea de su misma catadura ideológica. Y esta no es otra que la dureza y la ortodoxia más extremas.
La biografía de este 'jurista' fue desde su juventud la de un fiel servidor del régimen islámico instaurado en Irán en 1979, cuando tenía 18 años. Nacido en Mashad, estudió en el seminario de Qom y en 1981, con 20 años, fue nombrado fiscal y, sin llegar a los 30, participó, como fiscal adjunto de Teherán, en la comisión que mandó a la horca a miles de presos políticos (en torno a 5.000) en el verano de 1988 y que fueron sepultados en fosas comunes. Uno de los cuatro miembros de la comisión de fieles al régimen islámico que decidió aquella matanza fue Raisi.
Denominado desde entonces el Juez de la Horca y el Carnicero de Teherán, la reputación de magistrado de 'cadalso fácil' lo acompañó el resto de su vida, pero también le facilitó una carrera ascendente que le llevó a la vicepresidencia del Tribunal Supremo, a la Fiscalía General entre 2014 y 2016, a la jefatura del poder judicial en 2019 y finalmente, en 2021, el todopoderoso Consejo de Guardianes le puso una autopista hacia la presidencia al vetar a cientos de precandidatos a las elecciones. Su victoria en los comicios fue la culminación de su carrera, a pesar de la baja participación y la crisis de legitimación del régimen e, irónicamente, ahora que tenía muchas posibilidades de sustituir a Jamenéi su futuro ha desaparecido con él.
Uña y carne del líder supremo, su inmovilismo, resistencia al cambio y desprecio de la vida humana tienen como hitos, además de la masacre de 1988, la muerte de Mahsa Yina Amini (16 de septiembre de 2022) y, como consecuencia de la misma y de las manifestaciones de protesta por todo el país bajo el lema 'Mujer, vida y libertad', los asesinatos de casi 600 personas a manos de paramilitares y fuerzas de seguridad y la detención de otras 60.000. Después, fueron ahorcados al menos nueve hombres y en los cinco meses de 2024 han sido ejecutados más de 220 iraníes. Un currículo estremecedor al que podemos sumar, bajo su mandato, la crisis económica del país, el enriquecimiento de uranio a cotas de poder convertirse en armamento nuclear, el apoyo sin fisuras a Rusia en su guerra contra Ucrania, el ataque masivo con drones y misiles contra Israel, el apoyo militar a grupos como Hezbolá o los hutíes de Yemen.
Aunque nada cambie, su muerte agitará la política iraní, ya que, en medio de una guerra regional, con acciones directas e indirectas por medio de sus apadrinados, se acentuará la lucha soterrada entre clérigos (ayatolás) y militares (Guardia Revolucionaria Islámica). Y no descartemos la posibilidad de un accidente provocado. La sucesión sin sobresaltos está en el aire y el régimen tendrá que convivir con el nerviosismo de los días que se avecinan. La necesaria estabilidad de esta zona del planeta vuelve a resquebrajarse y el desequilibrio de poder en beneficio de otros Estados del Golfo Pérsico generado por el aislamiento iraní seguirá incrementándose.
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