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El regreso a las aulas de los alumnos de la Universidad de La Rioja terminó ayer de levantar el telón del que está llamado a ser el curso más extraño, incierto y, sobre todo, complejo en sus 28 años de historia. El trabajo del profesorado ... y del personal no docente para diseñar los modelos de enseñanza y adecuar los medios que se emplearán para su desarrollo, al menos durante el primer semestre, merece reconocimiento por su planteamiento de seriedad y solvencia. También de imaginación y maleabilidad para hacer posible el nuevo curso con una combinación inédita de presencialidad, clases online y formación semipresencial. Un experimento en toda regla que exige ahora, más que en ningún otro curso anterior, un ejercicio de responsabilidad por parte del alumnado tanto para asumir las nuevas exigencias individuales que imponen las clases no presenciales como para cumplir con las medidas de higiene social y de convivencia en el contexto de la pandemia en el campus universitario. Y hacerlo, además, en el ámbito privado de cada uno. De ello dependerá, en muy alto grado, que el curso progrese adecuadamente y que el esfuerzo colectivo realizado haya merecido la pena.
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