Un cura enamorado de su pueblo

Recientemente ha publicado un libro que habla de su pueblo natal, Muro en Cameros. El título del libro escrito por Ángel es bien concreto: 'Las ermitas de Muro en Cameros'. No es un libro de teorías o consideraciones genéricas, pastorales o sociales. ¡No! Se trata de un libro que cuenta la vida misma del pueblo y que ofrece lo que promete: las ermitas y las cofradías que las sustentaban, la de la Santa Cruz del Monte, Santa María Egipcíaca, Nuestra Señora del Cerro y la de San Esteban.

Ya a mediados del siglo XVII se tiene constancia de estas cofradías. Servían de nexo de unión en el pueblo: romerías, excursiones, misas, rogativas, paseos.

Eran parte muy entrañable de la vida del pueblo. Es de advertir que la cofradía de la Vera Cruz es una de las más antiguas de La Rioja.

Les he referido más arriba que el libro no es un estudio teórico de las cofradías o de qué va la actividad pastoral de la Iglesia en los pueblos pequeños. ¡No! Aunque trasversalmente trata de todas estas realidades, el libro lisa y llanamente se vuelca en contarnos cómo vivía la gente, cómo eran sus trabajos del campo, del pastoreo; cómo vestían y cómo comían los días de fiesta y los días de labor; cómo hacían sus romerías a las ermitas, con sus cantos y sus bailes; qué pasaba cuando fallecía alguien, bien fuera un cofrade o familiar de un cofrade; las relaciones con la capital, con los pueblos vecinos.

Aunque nuestro protagonista ya publicó hace algunos años otro libro, 'Los cien años de historia de Muro', con el actual ha realizado un trabajo exhaustivo con los datos históricos más relevantes que afectan a los alcaldes, a los párrocos, a los mayordomos de las cofradías, al menos desde mediados del siglo XVII en adelante.

Termino con una curiosidad que me ha impactado de su lectura y que tiene que ver con la atención a los pobres del pueblo. Y me ha impactado porque se vivía en mi pueblo, también pequeño y alejado. Lo llamaban 'las Arcas de la Misericordia'. Al día de hoy, sobre todo la gente joven y no tan joven, cree que la Seguridad Social con lo que conlleva de pensiones, sanidad y enseñanza pública, ha existido siempre. Y no es así. En muchas localidades no había nada más que la caridad de los vecinos y las cofradías.

Estas, en sus estatutos o reglamentos, tenían la finalidad de honrar y venerar a Cristo, a la Virgen, a la Eucaristía, a los santos patronos y siempre también intentaban una vertiente muy destacada de ayuda a los necesitados del pueblo.

Básicamente la cosa del Arca consistía en el préstamo de trigo, generalmente para la siembra. «Las arcas contaban», dice el autor, «como capital fundacional con cierta cantidad de grano, que se prestaba en otoño a los vecinos para la siembra, y se recuperaba de estos mismos en otoño, con el módico interés que justo alcanzaba para cubrir gastos de administración e impagos. Este capital nunca fue muy elevado pero sí suficiente para que muchas familias no se quedaran sin poder sembrar o tuvieran que recurrir a préstamos de particulares, a veces en condiciones y con intereses abusivos». Esto era el Arca de la Misericordia. Ayudaba a los pobres y no sacaba los colores a los interesados.

No me extiendo más. Gocen de la lectura del libro como he gozado yo. Interesados dirigirse a la parroquia de Santo Domingo de Silos, Las Gaunas 1, 1º izquierda, en Logroño.