Borrar

Escribía el poeta Ángel González que a su madre «la asustaban los truenos, y las guerras siempre estaba temiéndolas de lejos». Por eso, cuando la guerra comenzaba lejos y se iban «cubriendo de cadáveres mínimos distantes territorios, de crímenes lejanos, de huérfanos pequeños...», siempre la ... recordaba. Evoqué estos versos mientras evitaba el barullo de las noticias que llaman importantes. En un artículo de Jacobo García descubrí a una mujer que en medio de la guerra cultiva rosas en los jardines públicos de Kramatorsk. Se llama Natalia, no ha querido irse y al preguntarle si tiene miedo responde: «Solo los locos no tienen miedo», y sonríe al mirar sus flores con cuyo cultivo trata de aliviar el dolor propio y ajeno. En esa ciudad de Ucrania, en la zona del Donetsk, el 8 de abril, dos misiles arrasaron la estación en la que miles de personas esperaban un tren para huir de los rusos. En el suelo quedaron 60 cadáveres, 100 heridos y miles de personas en estado de shock. Una ciudad entera cubierta de un dolor que la desgarra y que recordarán siempre las generaciones venideras. Natalia es jardinera y está convencida de que si cada uno sigue haciendo su trabajo llegará la victoria, llegará la paz, cree que «estas flores son esperanza y ahora más que nunca hay que cultivarla».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja Cultivar rosas