¡La culpa es del botón!
CON LOS SIETE SENTIDOS ·
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La semana pasada dio mucho de sí. Por ejemplo, el actor Hugo Silva batió un récord en Twitter con más de 3.200 me gusta. Su tuit dice: «España es la mejor serie que vas a ver en tu vida». Remitiéndonos a los guiones televisivos ... no cabe duda, en este país hay triunfos individuales que se convierten en colectivos, dinamismo, traiciones, intrigas y, desgraciadamente, muertes y asesinatos. No lo dice el actor por esto último, siempre sobrevenido y que, por muy cinematográfico que sea, es totalmente reprobable en la realidad. Silva se refería a las intrigas, a las traiciones, a las supuestas traiciones, al vodevil de los errores.
La frase es ocurrente, pero el trasfondo me consterna como me abate el de Sabina 'España, fibra óptica y ladillas'. La semana anterior tuvo muchos despropósitos. Tomaré solo dos, bien opuestos. Nadal fue ejemplo de esfuerzo, de superación y de modestia. Nos dio esperanza en las personas y en la educación. Su victoria fue sentida y aclamada por todos. Esa misma semana, lo que debiera ser también un logro de todos —tal debe ser la democracia: construir juntos para el pueblo y con el pueblo— ha sido un enredo del que resultaba culpable un botón —o dos. Recuérdese: el verde, sí, pasar y el rojo, no, no pasar, como en los semáforos, solo que ellos no preguntan dos veces—.
Me resulta posible la equivocación, nadie estamos exentos de ella. También los fallos tecnológicos, todos los sufrimos alguna vez. Sin embargo, me es incomprensible que las personas que están en cargos de tan altas responsabilidades, que se han comprometido con sus electores y no electores para sacar adelante un país, se equivoquen con suma facilidad, y han sido bastantes veces y personas. No se vota al delegado de clase o un menú. Se votan leyes que van a regir el bienestar o la penuria de los ciudadanos. ¿Qué pasa si los obreros de una fábrica dan a un botón en vez de a otro? Pueden quemar las máquinas, herirse, herir a alguien, etc. Por el contrario, en el Congreso, un inocente botón que reitera dos veces la pregunta se puede apretar equivocadamente las dos veces. Incluso varias personas de la misma fábrica pueden pulsar erradamente un botón y no les pasa nada ni a ellos ni a la fábrica. La equivocación la pagaremos los ciudadanos.
Esto me lleva a pensar en las leyes que nos rigen, en las que salen gracias al infortunio o fortunio de un solo dedo. ¿Son válidas? ¿Cuántas leyes salen aprobadas de este modo? Y al respecto, ¿qué podemos hacer? ¿Explicitar el reglamento interno de la Mesa de Cámara? ¿Poner un programa de atención a los señores diputados, junto con un sistema de puntos y de consecuencias? Va a tener razón Sabina cuando canta: «Esta forma tan cobarde de no decirnos que no», o que sí.
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