La división de la sociedad estadounidense promovida por Donald Trump y el ala más populista de su formación se ha vuelto contra la unidad del Partido Republicano. La animadversión y los recelos alimentados durante años hacia cualquier dirigente político que no se atuviera a las ... obsesiones del 'trumpismo' se han cebado en Kevin McCarthy, el candidato republicano a presidir la Cámara de Representantes, ante la reiterada negativa de algunos de los suyos a respaldarle. Una situación que no se había producido desde 1923, pero que entraba dentro de lo previsible. Trump, que se había mostrado como mero observador de las tensiones entre los republicanos pese a ser su principal instigador, reaccionó este miércoles con un llamamiento a que los congresistas que le son fieles votaran a favor de McCarthy, lo que no evitó nuevas derrotas del aspirante. En el mismo comunicado arremetió contra el portavoz en el Senado, Mitch McConnell, en unos términos inconcebibles en la liza política democrática. Daba a entender así que su marcaje sobre la obediencia que los cargos públicos republicanos le deben no se relaja con la tardía e interesada indulgencia mostrada hacia el congresista californiano. Aunque el propósito de que Trump continúe alentando el cainismo dentro de las filas de su propia formación es eludir toda responsabilidad sobre el revés sufrido por buena parte de los candidatos designados por él en las elecciones de medio mandato del pasado noviembre.

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Lo ocurrido el martes responde a una ley casi física que, una y otra vez, se verifica en la política partidaria: la búsqueda de una polarización extrema de la sociedad para lograr objetivos electorales no solo quebranta la convivencia en libertad; genera, además, dinámicas imparables que arrastran también a quienes optan por hacer de la división su principal baza. En el caso del Partido Republicano estadounidense en manos de Trump, instigar la depuración interna ha sido la condición sobre la que ahondar en el abismo respecto al mandato de Joe Biden y el Partido Demócrata. A la espera de que las intenciones del expresidente de concurrir a las próximas elecciones se hagan realidad o se vengan abajo por su crucial participación en el asalto al Capitolio, el Partido Republicano seguiría manteniendo en vilo al país si a la elección final de Kevin McCarthy no añade mayor sensatez unitaria a sus filas. Incluida la disposición al diálogo con la Casa Blanca.

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