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Eso tan español del 'conmigo o contra mí', esa racial manera de entender la realidad es la constante que perfuma cualquier causa de protesta que concierna a más de dos personas. Y la intensidad de esa intolerancia crece en relación directa al número de individuos ... que sostengan la pancarta. Por lo visto, entre apoyar a la hostelería o jugártela a que no te vuelvan a servir un café para los restos no hay término medio. Y entre echarte a la peatonal con las tapas de un par de cacerolas y querer la ruina del comercio al por menor, tampoco. Pensar que ni hosteleros ni comerciantes tienen la culpa de nada, pero que las restricciones han llegado demasiado tarde, no es tolerable. Decirlo, un ejercicio de riesgo. Les guste o no, no son los únicos damnificados de este 'añerda' (año de mierda). Ni en todos los casos militarán entre los más agraviados. En el colegio nos enseñaban lo que era una espinela con los versos de Calderón: «Cuentan de un sabio que un día...». No hay más que echar un ojo a las listas del paro, a la nómina de Cáritas o a la fila del Banco de Alimentos. No consuela y es triste, pero es la realidad.
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