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«Yo no llevo una sonrisa pintada en mi rostro como Louis Armstrong»
Nina Simone
Sería muy osado por mi parte sentenciar que el caso Floyd va a marcar un antes y un después en el esquistado conflicto racial que sufre Estados Unidos desde hace ... siglos. Y eso que las palabras del alcalde de Mineápolis, Jacob Frey, son demoledoras: «El hecho de que las súplicas de Floyd fueran desoídas no solo por un agente sino por cuatro permanecerá siempre en nuestra historia como uno de los momentos más fríos».
La muerte televisada de George Floyd, arrojado al suelo, ahogado por la rodilla del policía blanco Derek Chauvin, ha desatado la mayor oleada de protestas de la comunidad afroamericana desde el asesinato de Martin Luther King y, lo que es más canalla, ha desatado todos los infiernos del presidente Trump quien, en vez de calmar los ánimos, no ha hecho sino arrojar gasolina al fuego.
Los cuatro presidentes todavía vivos, Carter, Clinton, Bush y Obama, han afeado la conducta del actual inquilino de la Casa Blanca quien, además, se ha visto desautorizado por miembros de su gobierno, que se han negado a cumplir algunas de sus absurdas órdenes.
Ahora que tanto se manosea el término libertad, desvirtuando su verdadero significado, afirmaba Nina Simone –la misma que no llevaba la sonrisa pintada en los labios para caer bien a los blancos– que para ella «la libertad es no tener miedo». Aprendan lo que es la verdadera libertad aquellos que tienen la piel muy fina y se escudan tras ella de forma artera.
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