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A las 12.00 de la Nochevieja sentí alivio. Incluso creí escuchar el deseado portazo que cerraba el 2020, el año que hirió nuestra arrogancia con un diminuto virus, un cíclico recordatorio de otras pestes que regresan para que no olvidemos lo que somos frente ... a la naturaleza. Les confieso que me tomé las uvas con los dedos cruzados, nunca se sabe donde se esconden los nuevos (o viejos) ciclones que nos arrollarán este 2021. ¡Que sea mejor!, nos deseamos. Aunque no sepamos muy bien lo que «mejor» significa. Siempre hay un pequeño porcentaje que mejora en la desgracia. Empeora, por contra, un número cada vez más creciente de habitantes del planeta que absorbe el infortunio como un imán predestinado a atraer el hierro.

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larioja Crucen los dedos