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El brazo izquierdo por la ventanilla, bañado por el sol y jugando con el viento. Al fondo, montañas, cielos, nubes y una carretera solitaria. «¿Te gusta conducir?». Aquel anuncio de BMW rompió con todo, y por su genialidad se convirtió en el mejor de ... la historia. Estabas en el salón de casa y cuando salía en televisión notabas el aire en tu propio brazo y una vibración de asfalto invisible por debajo de la alfombra. Fue una de esas veces en las que se vendía algo sin necesidad de mostrarlo, sin decir el precio ni explicar las cualidades del producto. BMW te ofrecía una sensación. Obra maestra.
Agarrados a esta idea, pero malinterpretándola y retorciéndola hasta el absurdo, una colección de publicistas lleva tiempo tratando de que compremos conceptos intangibles asociados a la mercancía que nos quieren colocar. Estrella Damm se anuncia este verano metiendo a una chica con ropa en el mar y haciéndola bailar entre las algas y las rocas del fondo mientras suena una melodía tan sombría y melancólica que, para no oírla, a uno le dan ganas de meter la cabeza en la taza del váter y tirar de la cadena. El anuncio busca concienciar sobre la contaminación de los océanos, y de paso, claro, vender cervezas.
En este occidente en ruinas en el que ya no hay instituciones creíbles hemos delegado en los mercados el establecimiento de nuestra moral: Gillette quiere vendernos cuchillas de afeitar defendiendo el feminismo; Burger King nos ofrece el respeto LGTBI; Beefeater, la tolerancia y Nike, el 'empoderamiento' de las mujeres árabes; hay tanto que vender y es tal la plaga publicitaria que al final las marcas se van a acabar peleando por esos valores que dicen defender.
Como en el fondo se trata de lo de siempre, que es hacer caja, yo prefiero los anuncios de toda la vida, los que te enseñaban la mercancía y el precio, porque si no lo que se devalúa son los valores mismos asociados al producto, que terminan convertidos en frases para una camiseta. Pura superficialidad. Cultura millennial. Nos tratan como los conquistadores a los indios cuando les cambiaban cristalitos de colores por el oro americano. Adidas acaba de presentar unas zapatillas sostenibles hechas con plásticos recogidos del mar. Son edición limitada. 150 euros el par.
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