La subida espectacular del precio de la electricidad en España e Italia a causa de que las centrales de gas marcan los precios en el sistema marginalista europeo –Francia recurre a las nucleares y Alemania a las centrales de carbón, lo que les permite resistir ... mejor el impacto– forma parte de una crisis global que en cierto modo es consecuencia de la pandemia: nunca antes, al margen de los conflictos bélicos, el mundo se había detenido prácticamente unos meses. En esta recuperación inédita han surgidos severos desajustes entre la oferta y la demanda, como lo prueba por ejemplo la parálisis de muchas fábricas de automóviles por falta de microchips. Algo parecido ha ocurrido con el desabastecimiento de gas en la producción eléctrica y se teme que este invierno haya escasez en distintas materias primas. La crisis energética es global, y está causada por una conjunción de circunstancias, entre las que destaca la recuperación china, país que ha forzado la máquina. En lo que va de año, la producción ha crecido un 13% con respecto a 2020 y la demanda eléctrica, un 13,8%. Además, para cubrir tal demanda, ha recurrido al gas en lugar de al carbón, no solo para reducir la contaminación, sino por la subida desaforada del precio del carbón: el procedente de Australia e Indonesia ha subido en torno al 100%, en parte por el agotamiento de las explotaciones.

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Pero en el caso del gas hay otros factores: Rusia está reduciendo su exportación a Europa tras la conclusión del segundo gaseoducto del Báltico Nord Sream 2 porque –dice– prefiere surtir a su propia población y en protesta por la posición comunitaria en la crisis de Ucrania. Al mismo tiempo, Argelia, tras su ruptura con Marruecos, ha dejado de utilizar el Gasoducto Magreb-Europa (GME) para transportar gas a España; ello obligará a utilizar también barcos por la escasa capacidad del único gasoducto directo entre Argelia y España, el Medgaz. La crisis tiene algo de artificioso en la UE, porque la mayor parte de la energía eléctrica no proviene del gas y, sin embargo, es el precio de este hidrocarburo el que fija las tarifas al consumidor. Urge por tanto reformar el actual sistema marginalista por otro basado en los costes reales de generación, al tiempo que se incrementan las renovables. La capacidad energética mundial de tales energías creció el 50% en 2020 pese a la pandemia. Este es el camino que España, con su gran dependencia, debe recorrer con la máxima velocidad.

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