Las crisis de la desigualdad
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Los estallidos de descontento en varios países de América Latina tienen causas comunes, aunque no salidas comunesLas movilizaciones de protesta y los disturbios que desde hace días se suceden en distintos países de América Latina afloran sus respectivas situaciones, pero obedecen a causas comunes: desigualdad social, deuda e inflación, corrupción... Y, junto a ello, una crisis de representación que denuncian especialmente ... las comunidades indígenas y que señalan sobre todo los más jóvenes. La convulsión que no cesa en Chile tras el anuncio de la subida del billete de metro, la contestación que en Ecuador se encendió al suprimir la subvención sobre el combustible o las manifestaciones contra la familia del presidente de Honduras componen un cuadro de inestabilidad que enlaza con otras situaciones anómalas. Entre ellas, las sombras sobre la limpieza de las elecciones presidenciales en Bolivia, la disolución del Congreso peruano entre acusaciones de corrupción, la huida masiva de venezolanos, la caída de popularidad de Bolsonaro en Brasil y las dudas sobre qué Fernández -el presidente Alberto o la vicepresidenta Cristina- queda al frente de una Argentina en dificultades. Todo apunta a que los activos que muchos países de América Latina pudieron atesorar en su respuesta a la recesión global de 2008 se han vuelto insuficientes desde el punto de vista financiero y a la hora de procurar servicios públicos asequibles para el conjunto de la sociedad. Lo significativo de las crisis desatadas es que han emergido como efecto de un hecho en ocasiones puntual y revelado cuán endebles son los equilibrios nacionales. Resulta también elocuente que el poder gubernamental tienda a aferrarse a sus posiciones de partida hasta que las medidas a las que se aviene finalmente se demuestran tardías. La falta de cohesión de las sociedades, también en su sentido identitario, constituye un problema de fondo que las instituciones tienden a rehuir en América Latina. La confrontación regional entre el régimen de Maduro y su área de influencia, el Gobierno colombiano de Iván Duque, el regreso del kichnerismo a Argentina y el Chile de Sebastián Piñera impiden avanzar en un empeño a compartir. La lógica de preservar u obtener un poder inmediato prima sobre cualquier otra consideración a medio plazo. Los desafíos a que se enfrenta cada país, las diferencias de intereses y aspiraciones que se dan en su seno, anulan toda posibilidad de emplear algo de energía en la búsqueda de salidas comunes. América Latina está obligada a reconocerse en su realidad. Los organismos internacionales y los inversores solo pueden brindarle un mayor margen de confianza financiera dirigido a cada país.
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