Una Semana Santa tranquila, con temperaturas cercanas o por encima de los 20 y 30 grados en la que la amenaza del COVID-19 parece alejarse, incita a recuperar añoradas rutinas de vida, a pesar de la inflación creciente e incluso más allá de las ... amenazantes y crueles escenas criminales de guerra desde Ucrania. Una calma deseada que esconde la persistencia de crisis irresueltas.

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Por una parte, parece que hemos ganado la partida a la pandemia. Pero la prensa revela el recuerdo incómodo de su persistencia en la crisis desatada con el nuevo y drástico confinamiento en China, apenas dos años después del aplicado en Wuhan, para contener el virus. Ahora, los 26 millones de habitantes de Shangai sufren un draconiano confinamiento desordenado y brutal que les hace sentir ser tratados inhumanamente, sin control de sus vidas en manos de inexplicadas medidas gubernamentales, consecuentes problemas de higiene, grave desaprovisionamiento de alimentos, hospitales desbordados y brutal contención de cualquier intento de queja o demanda básica. Un ejemplo de la desafortunada gestión china de la pandemia que recuerda una crisis global, quizás irresuelta, de nefastos efectos en nuestra salud y el sistema socioeconómico.

Por otra parte, las soleadas temperaturas habidas con escasez de precipitaciones, más similares a las de junio que a las de abril, llenan las playas e incitan al turismo pero esconden la amenaza global sobre el clima, recogida en la nueva llamada del 4 de abril del Grupo Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático (GIEC) respecto a la situación. Una coyuntura que es peor que la prevista, con la nueva advertencia del «ahora o nunca» para tomar medidas definitivas que reequilibren clima/consumo energético.

Aunque los efectos devastadores solo se aprecien parcialmente, hay indicadores claros de que la situación para este verano es complicada augurando una sequía y campaña de incendios forestales graves, arrastrando los efectos de un 2016 con severa carencia hídrica forestal y un 2021 excepcionalmente seco sin recuperación de las masas verdes perdidas, especialmente en el nordeste del país.

Más allá de las crueles guerras injustificadas o de irresueltas pandemias, la crisis climática sigue avanzando en un impás en el que empresas y gobiernos parecen querer ganarle tiempo a una situación imparable si no se aplica un nuevo modelo basado en la sobriedad de todos, evitando el deterioro ambiental y de salud. Una situación que puede hacer incierta la vida en la tierra haya o no paz, crecimiento económico, bienestar o pandemias.

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