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El Gobierno de La Rioja va a hacer estos días cribados en varias poblaciones de La Rioja Baja. La noticia requiere una explicación, tiene implicaciones más duras de lo que parecen y suscita más preguntas que, me temo, quedarán sin respuesta.
Hacer un «cribado», o ... sea, cientos de pruebas más o menos indiscriminadas, significa reconocer que el pueblo en el que se va a hacer se le ha ido a uno de las manos. Para entendernos, que por mucho que en Salud se cuiden en no decirlo, hace tiempo que pasó el tiempo de los brotes y los rastreadores y lo que hay ahora es una transmisión comunitaria como un piano de grande.
La pregunta entonces es evidente: si el Gobierno cree o teme que ésa es la situación en gran parte de los pueblos de La Rioja Baja, ¿por qué no ha tomado ninguna medida especial para ellos? Seguimos, parece, el modelo de Alfaro; o sea, no tomar ninguna medida antes, no tomar ninguna medida cuando el contagio acelera, hacer pruebas indiscriminadas a miles de personas y cuando, oh sorpresa, el cribado sale todo lo mal que se podía esperar, entonces sí, pensar en alguna medida.
Digo yo que la lógica pide el camino contrario. Ya que la situación es evidentemente mala, como sabemos sin falta de cribados, tomemos medidas en esa zona. Ya que aceptamos que hay un buen porcentaje de asintomáticos incontrolados por la calle, intentemos que ese contagio frene haciendo algo más que cerrar el mercadillo de los jueves. Y luego, sí, hagamos todos los test que podamos.
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